—Está bien, ¡es suficiente! —Al fin alguien perdió la paciencia al ver a Jonathan desarrollando una escena con un hombre mayor, yendo y viniendo de un lado a otro—. ¿En realidad piensas que tu botella de cerveza sin valor puede volverse un tesoro, al traer a dos actores para que montaran un acto contigo?
«¿Montar un acto?».
La multitud comenzó a comprender a lo que se refería.
«¡Cierto! ¿Cómo podría un inútil como Jonathan ser capaz de venir con algo que vale algunos cientos de millones?».
—Julieta, considerando su actitud, creo que debes divorciarte de él lo antes posible. Siempre está exagerando y mintiendo. ¡Él nunca dice la verdad! Él contrató a alguien para que montara un acto con él, ¡solo porque no es capaz de darte un regalo caro! ¿No es demasiado humillante?
Escuchando la incesante condena, Julieta se sonrojó mortificada.
—Jonathan, ¿es suficiente para ti? ¡Vete de aquí con tu piedra sin valor! —gritó ella mientras lo señalaba, la boca le temblaba.
—Bien, ya que no la quieres, solo…
¡Crac!
De pronto, el sonido de algo que se rompía fue escuchado. En un abrir y cerrar de ojos, el ágata jadeíta, que estaba en la mano de Jonathan, fue fracturada en varios pedazos cayeron al suelo. Un tesoro tan raro, y valuado en mil millones fue destrozado sin ninguna advertencia.
—En primer lugar, yo preparé este regalo para ti. Ya que no lo quieres, perdió su valor. —Jonathan tenía una expresión indiferente en el rostro.
—¿Perdiste la cabeza? —El hombre mayor al instante quedó conmocionado ante la escena que se desarrolló frente a sus ojos—. ¡Ese es el último pedazo de ágata jadeíta en todo el mundo!
Él estaba tan indignado que temblaba y se apresuró con desesperación a recoger los pedazos del ágata jadeíta que estaba rota.
—¿Por qué continúas actuando, si solo son algunos pedazos de piedras sin valor?
Al ver lo que hacía el hombre mayor, Abel movió su pie y pateó las piedras hacia adelante, estuvo muy cerca de darle un golpe al hombre mayor en el piso.
—¿Estás deseando morir, Abel Lara?
De pronto, el hombre de mediana edad, detrás del hombre mayor, caminó hacia adelante y le dio una patada a Abel tirándolo en el suelo.
—¿Sabes quién soy? —La furia cubría el rostro de Abel.
«¿Cómo se atreve a hacer algo contra mí, a pesar de saber quién soy? ¿Acaso quiere morir?».
El hombre de mediana edad solo le lanzó una mirada fría y se quedó callado. Entonces, sacando su teléfono, hizo una llamada. Después de que la llamada entró, él solo dijo algunas palabras.
—Sebastián, deberías enseñarle mejor a tu hijo. Si no quieres hacerlo, ¡lo haré yo!
Sus palabras hicieron que la multitud comenzara a reír a carcajadas.
«Quién es Sebastián Lara? ¡Él es el presidente del Grupo Lara en Ciudad Jade y tiene un patrimonio de más de mil millones! De verdad son muy audaces al usar su nombre para amenazar y engañar a otros, ¡cuando ellos son solo actores!».
De manera inesperada el teléfono de Abel sonó justo después de que el hombre de mediana edad dejara de hablar.
—¿Hola? ¿Papá?
Al momento, un presentimiento creció en él.
—¡Arrodíllate y discúlpate!
—¿Qué? —Tomado por sorpresa, Abel se preguntó si había malinterpretado a su padre.
—¡Dije que te arrodilles y pidas perdón!
—¿Por qué debería? —siseó Abel apretando los dientes.
—¿Por qué? ¡Porque él es Félix Quezada de Jazona! ¡Estoy muy por debajo de él en cuanto a posición y conexiones! Si no quieres morir, ¡haz lo que digo y arrodíllate! De otra manera, ¡ni yo podré salvarte!
Abel se quedó pasmado al escuchar el regaño de su padre. Incluso su mano, que sostenía el teléfono, tembló un poco, y un sudor frío goteó por su frente.
¡Paf!
Él cayó de rodillas y agachó la cabeza. Lucía tan humillado, que parecía haber sido reducido a polvo.
—¡Lo siento, Señor Quezada!
Lanzándole una mirada, Félix gruñó:
«¡Tengo que unir las piezas del ágata jadeíta de inmediato! ¡Después de todo, esta es la única pieza que queda en este mundo!».
No fue hasta que Silvio se alejó, que Abel se atrevió a ponerse de pie.
«¡Vaya! Por fortuna, ¡él no continuó con este asunto gracias a que me arrodillé! Apuesto a que no le podía importar menos mi posición como el heredero del hombre más rico en Ciudad Jade».
—Julieta, te lo voy a preguntar por última vez. ¿Te casarás conmigo?
En ese momento, Abel ya estaba a punto de perder la paciencia.
—Julieta, ¿por qué todavía lo dudas? Jonathan solo tuvo suerte y se topó con una piedra. ¿Qué importa si vale cien millones? Él volverá a ser el mismo holgazán, después de que el dinero se acabe.
—¡Exacto! Julieta, ¿qué son cien millones comparados con la Familia Lara? ¿Por qué eres tan tonta?
En ese momento, las amigas de Josefina no pudieron evitar presionarla y así empeorar las cosas. De pronto, las comisuras de la boca de Isabel se elevaron, mostrando una sonrisa feliz, y sacó su as bajo la manga.
—Julieta, ¿sabes cómo es que llegue con Jonathan?
—¿Cómo? —le preguntó por instinto Julieta.
—Me encontré por casualidad con él en la calle. Adivina qué estaba haciendo. ¡Estaba solicitando los servicios de una prostituta barata! Ella lucía más vieja que mi madre. Oh, por cierto, ¡solo cobra cien por sesión!
Julieta volteó y miró con intensidad a Jonathan, sus ojos estaban llenos de desconfianza.
—¿Me crees a mí o a ella? —le preguntó él con frialdad.
Él no le ofreció ninguna explicación, ni tenía necesidad de hacerlo. Por su parte, Julieta vaciló un poco.
«Por lo que recuerdo de él, no era tan deplorable. Aunque sí se la pasaba holgazaneando todo el día y no tenía ninguna ambición».
—¡Julieta! ¡Ya no tengo más paciencia cómo para perder mi tiempo contigo! Si estás de acuerdo, olvidaré todo este asunto desagradable. De otra manera… —De forma abrupta, Abel miró a Jonathan con sus ojos irradiando malicia—. ¡Él no saldrá de aquí hoy!
—¿No saldré de aquí? —Jonathan arrastró una silla y se sentó en ella—. Incluso si tu padre, Sebastián Lara, estuviera parado justo aquí, él no se atrevería a decirme algo así, ¡mucho menos tú!

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