El Precio del Desprecio: Dulce Venganza romance Capítulo 495

¡Dolores y Esteban finalmente habían llegado!

Daniela lloró de alegría. Nadie sabía lo que acababan de vivir. Si hubieran tardado un segundo más, el bebé en el vientre de Valentina habría desaparecido. De solo pensarlo, Daniela sentía temor y sus piernas flaqueaban.

—¡Dolores! ¡Papá!

Dolores entró inmediatamente al quirófano. Miró a Valentina y tomó su mano con emoción:

—Valentina, soy tu abuela. ¡La abuela está aquí!

El rostro de Valentina estaba tan pálido como una hoja de papel, sin color alguno. Había resistido solo por pura fuerza de voluntad. Al ver a Dolores, todo su cuerpo se relajó. Con los ojos enrojecidos, movió sus labios pálidos:

—Abuela.

—¡Aquí estoy! —Dolores apretó la mano fría de Valentina—. Ya pasó todo, no tengas miedo. Con la abuela aquí, ¡nadie se atreverá a tocar a ti ni a nuestro bisnieto, el primogénito de los Figueroa!

Valentina asintió levemente y cerró los ojos, quedándose dormida.

Esteban verificó el pulso de Valentina y tras unos segundos anunció:

—Menos mal que están bien. La doctora milagro y el bebé están a salvo.

Dolores miró con severidad a los secuestradores y médicos caídos:

—Arréstenlos a todos y sáquenles la verdad uno por uno. Quiero saber quién está detrás de esto. ¡Y si alguno no habla, entonces no necesitará volver a hablar jamás!

Dolores había dirigido los asuntos internos de los Figueroa durante muchos años. Aunque hacía tiempo que se había retirado y mostraba amabilidad hacia los demás, cuando se ponía severa era como una montaña cayendo sobre ti, haciendo temblar a los secuestradores y médicos.

—Dolores, nosotros... nosotros solo hacíamos nuestro trabajo por dinero...

Antes de que pudieran terminar de hablar, fueron arrastrados fuera. Ya tendrían su oportunidad para hablar después.

Valentina fue trasladada a una habitación VIP, donde dormía tranquilamente, agotada por lo ocurrido.

Dolores se sentó junto a la cama, acompañándola. Pronto, Fernando llegó apresuradamente:

—Dolores.

Dolores levantó la mirada: