Em geral, gosto muito do gênero de histórias como El Rey Lycan y su Oscura Tentación, então leio muito o livro. Agora vem 04. YO SOY TU MEDICINA com muitos detalhes do livro. Não consigo parar de ler! Leia a história de El Rey Lycan y su Oscura Tentación 04. YO SOY TU MEDICINA hoje. ^^
LYRA
—¿Sucedió la recaída frente a esa mujer? ¿Qué sabes de ella? —mi corazón comenzó a bombear de prisa cuando la escuché mencionarme.
Mis ojos entre las rendijas observaban a Drakkar, esperando su respuesta.
—No —negó rotundamente—. Ella no sabe nada, solo la encontré en medio de la jungla.
—¿Es así? —la curandera lo miró por unos segundos con desconfianza—. Está bien si no vio tu rareza, si no, sería un problema y tendrías que eliminarla.
“Vieja desgraciada. Él no va a traicionarnos” Aztoria estaba demasiado segura de su mate. Yo, la verdad, no tanto.
Éramos unas completas extrañas para Drakkar, él ni siquiera podía sentir el lazo. Teníamos que lograr acercarnos y ganarnos su confianza.
—Aquí está la medicina —aplastó unas hojas dentro de un mortero de piedra y mi vista la seguía para saber cuáles eran.
Agradecía el olor intenso a medicina, que me ayudaba a ocultarme con mi poder.
—Déjala reposar y mastícala más tarde —le envolvió la pasta en una hoja.
“No tengo que ser Alfa para saber que ese remedio es puro veneno.”
Y mi loba tenía razón.
Drakkar estaba tomando esa medicina, pensando que lo curaba de lo que sea que tuviese, cuando en realidad lo estaba envenenando.
—Tienes que hacer un encargo para mí. Sabes que el remedio no es gratis —su voz fría y calculadora le dijo a mi guerrero.
—Lo haré —él le respondió sin dudarlo, miles de dudas asaltando mi mente.
No me gustaba para nada esta transacción secreta entre ambos.
Le recitó una lista de plantas. No las conocía por esos nombres, pero quizás eran iguales a las de mi reino.
Drakkar solo asintió y salió con pasos firmes para perderse en la noche. Yo lo seguí, usando en todo momento el poco poder que pude extraer de Aztoria.
Camuflándome entre las sombras y el bosque, alerta, porque en realidad me estaba arriesgando mucho.
No llegó muy lejos de la manada. Sin embargo, lo que tuvo que hacer para conseguir esas hojas casi fue un suicidio.
“¡NOOO!” Aztoria rugió cuando lo vio meterse dentro de la guarida de un depredador.
Di un paso adelante, nerviosa, pensando en salir y descubrirme para advertirle.
¡¿Acaso no olía el peligro dentro de la cueva?!
No pasó ni un minuto cuando se escuchó el rugido de una bestia y el retumbar del suelo.
Antes de que dejara mi escondite para ayudarlo de alguna manera, salió corriendo con el manojo de plantas en la mano.
“¡Persíguelo, persíguelo!” Aztoria me gritaba frenética y corrimos siguiendo sus pasos, dejando atrás a esa criatura, que gracias a todos los cielos no parecía ver bien en la noche.
La silueta de Drakkar se perdía por el bosque. Casi no le doy alcance, era demasiado rápido y temía que me descubriera.
Pronto, el sonido de chapoteo del agua me hizo detenerme y esconderme detrás de un árbol.
Había llegado a la orilla, donde dejó las hojas.
Se quitó la falda de cuero, quedándose como su madre lo trajo al mundo, y se sumergió en el río impetuoso para lavarse.
“Gggrr, ¿no podemos empezar ya el plan?” Mi loba estaba derretida, comiéndoselo con los ojos.
Ya se había hasta olvidado de que lo perseguimos por media jungla como dos acosadoras.
“Aztoria, la verdad no sé cómo hacer que confíe en nosotros, estoy pensando.” Bajé la cabeza un segundo para organizar mis ideas, pero cuando la subí de nuevo… ¡ya mi macho no estaba!
“¿Se escapó?” le pregunté a mi loba, irguiéndome entre las ramas, mirando ansiosa a la orilla donde todavía quedaba su ropa.
“¿Aztoria?”
No me respondía y tuve un mal presentimiento.
Algo se movió a mi espalda y, antes de reaccionar, fui girada y acorralada contra el árbol.
—¿Qué haces espiándome? —enfrenté los ojos oscuros de mi mate, su aura dominante haciéndome temblar las piernas.
—Yo… —tomé un suspiro. Si lograba convencer a mi abuelo, el Rey Lycan, ¿cómo no lo haría con mi salvajito?—. Solo vine al río a lavarme…
—¡No mientas más! ¿Por qué me persigues? —su mano se aferró de repente a mi cuello, sin lastimarme, pero sí muy firme, exigiendo respuestas.
—. ¿Qué tanto viste? ¡Dime!
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