El Rey Lycan y su Oscura Tentación romance Capítulo 5

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VALERIA

— ¡Aahh, es horrible, está deforme!

— ¡Envidiosa, por eso nos quieres alejar del Rey!

— El señor ha dicho que ya se tienen que marchar – le vuelvo a comunicar impasible, parada al pie de la cama y ellas me están insultando, pero no me da ni frío ni calor.

Pienso en cómo sacarlas porque debilitadas o no, son tres y yo solo una.

En eso, unos golpes comienzan a sonar en la puerta lateral que da al pasillo y ni siquiera había notado, debe ser la persona que las sacará del castillo.

Camino hacia allí y les abro a dos mozos fortachones que pasan sin decir palabras.

Esas mujeres comienzan a resistirse, a taparse la desnudez, gritando que están viendo los cuerpos que son solo para el Rey, que rodaran nuestras cabezas.

No tengo que llevar mucho tiempo aquí para darme cuenta de sus mentiras.

Ese hombre las utilizó como algo desechable y ahora las está echando como basuras.

La rubia corre hacia la puerta que da al comedor y me adelanto parándome en firme y cortándole el paso.

— Tenga un poco de dignidad y ya márchese, el Rey lo ha ordenado, no se arriesgue a morir.

— ¡Quiero que me lo diga él mismo, anoche me demostró otra cosa!, ¡¡apártate!! – se me abalanza con los caninos afuera y me defiendo, agarrando sus brazos en el aire y forcejeando con ella.

Sus largas garras me hieren en su furia y sé que puedo controlarla porque ahora mismo está débil.

Esta loba es más fuerte que yo, en realidad, cualquiera es más fuerte que yo.

Con ayuda de los mozos logramos sacar a rastras a la última desquiciada de la habitación y cierro la puerta respirando agitada.

— Tremendo primer día de trabajo – susurro resignada, mirando entonces el desastre que me espera por limpiar.

*****

Me seco el sudor de la frente tomándome un respiro y observando casi todo en su sitio.

Lo peor es la cama, aunque quité las sábanas sucias se me fue la mano con el agua, así que pienso en pegar el colchón a la ventana para que tome algo de aire y sol.

— Mmnn— gruño dando alones al pesado colchón tamaño King, mis manos tiemblan, no creo que pueda moverlo.

Estoy batallando y en eso…

— ¿Cuántos siglos te lleva organizar un cuarto? – me asusto porque no lo he escuchado entrar.

Voy a girarme para disculparme, pero un mal juego de pie, mi nerviosismo y al parecer una sustancia pegajosa que me dejé en el suelo, me hacen perder el equilibrio e irme de bruces.

En mi instinto me agarré de lo primero que encontré y caí de rodillas con los ojos cerrados.

Algo se había desprendido y estaba en mis manos, otra “cosa" gruesa rozaba contra mi nariz y un excitante aroma embriagador, oscuro y almizclado asaltó mis sentidos.

Cuando abrí de nuevo los ojos y vi el paisaje frente a mi mirada, quería morirme ahí mismo, sin necesidad de que me asesinaran.

En mis manos una toalla negra que supongo se encontraba en las caderas del Rey y yo de rodillas, agarrada a sus fuertes muslos, con un enorme y venoso miembro justo frente a mis ojos asombrados.

“Mierd4, esto debe hacerte llorar” fue lo primero que pensé en medio de mi colapso nervioso y eso que estaba semierecto, ni siquiera el de Dorian lo había detallado tanto.

— ¿Busco una cinta para que lo midas también? – su fría voz me sacó de mi momento de congelación.

Subí mi mirada aterrorizada para verlo por completo desnudo en toda su gloria, con el cabello borgoña suelto y revuelto, húmedo de la ducha y juraría que había un tinte burlón en sus ojos grises.

— ¡Su majestad lo lamento, por favor perdone la vida de esta humilde sirvienta que no se merece su misericordia! – me arrojé al suelo, pegando mi frente en la dura superficie, suplicándole.

Lo que había hecho era imperdonable. ¡Por la Diosa y todavía me quedé ahí… comiéndomelo con los ojos!

Su sombra amenazante cayó sobre mi cuerpo tembloroso, cerré los párpados con fuerzas esperando el final.

— Me iré enseguida… se lo suplico… me marcharé del castillo… por favor…

— No tengo paciencia para buscarme una sirvienta nueva todos los días y te vas cuando yo lo decida, levántate – su voz resuena grave cerca de mi oído y lo siento tirando de la toalla que aún aprieto en mis manos.

La suelto enseguida, el sudor me corre por la espalda y todo mi cuerpo se estremece.

— Además, si vas a atenderme no será la primera vez que me veas desnudo, no es la gran cosa, ven al comedor – agrega y sus pasos descalzos se alejan del cuarto.

Trago nerviosa y me levanto con las piernas hechas gelatinas.

“Vamos Valeria, ánimo, concéntrate, por favor”

— Prueba el desayuno – me ordena delante de la mesa señalando la comida.

Él va y se sienta dominante en la robusta silla, solo observa mis acciones.

Tomo el tenedor y corto una pequeña porción de todo para luego probarlo bocado por bocado.

— Si algo no es de su agrado, puedo solicitarlo a la cocina…

— No es necesario, todo está bien – me dice y luego se queda callado.

Estoy observando el suelo, no sé a qué espera y me encuentro algo perdida, repasando frenética cada una de las reglas en mi cabeza.

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