El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 1

Sofía Rojas salió de la prisión justo cuando el viento helado la golpeó de frente.

Se apresuró a rodear con los brazos el bulto que llevaba pegado al pecho.

Solo cuando el viento se calmó, se animó a levantar con cuidado una esquina de la manta para mirar a la pequeña que dormía entre sus brazos. El rostro de la bebé, suave y sonrosado, brillaba como una flor recién abierta.

—Eh… ah… eh… —La niña hacía burbujas con la boca, y sus ojitos, grandes como uvas, parpadeaban curiosos mientras miraban a su madre.

—Tranquila, Bea, aquí estoy —le susurró Sofía con ternura, acariciando la cabecita de la bebé.

Bea, con solo seis meses de vida, no lloraba ni protestaba. Mientras estuviera en los brazos de su madre, el mundo alrededor podía derrumbarse y ella seguiría sintiéndose segura y resguardada.

A lo lejos, un autobús urbano frenó chirriando.

Sofía aseguró bien a Bea, rebuscó en el bolsillo y entregó dos monedas al conductor antes de buscar un asiento vacío en la parte trasera del autobús.

...

En ese mismo momento, un Bentley edición limitada se detuvo frente a la entrada principal de la prisión.

En la parte trasera del carro, un hombre de facciones marcadas y mirada implacable permanecía con los ojos entrecerrados, como si el sueño aún lo jalara de regreso.

Cuando abrió los ojos, la fuerza de su mirada llenó el ambiente de una tensión gélida, casi asfixiante. Santiago Cárdenas observó, inexpresivo, la entrada de la “Prisión Central de Olivetto”, cuyas letras doradas brillaban sobre el viejo muro de piedra.

Santiago apenas le dedicó una mirada, luego revisó su reloj con impaciencia.

—¿Por qué tarda tanto en salir?

Su voz, tan seca como la lluvia que golpea el suelo sin compasión, rompió la quietud del carro.

El chofer, sentado adelante, se apresuró a responder.

—Quizá aún no terminan los trámites de salida, señor… eso debe haber retrasado todo.

Se detuvo un momento, dudando si debía continuar, pero finalmente se animó:

—No se preocupe, hoy es el día en que la señora cumple su condena. Estoy seguro de que si la señora supiera que vino usted en persona, estaría feliz.

—¿Ah, sí? —Santiago bajó la mirada, ocultando el brillo amenazante de sus ojos.

—Hace año y medio, cuando se alió con la familia Garza para vender los secretos del Grupo Cárdenas, ¿acaso pensó que terminaría así? En vez de ser la señora Cárdenas, prefirió convertirse en espía empresarial… Fue su decisión.

Apretó los labios y el ambiente dentro del carro se volvió aún más denso.

Capítulo 1 1

Capítulo 1 2

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