A la mañana siguiente, Isidora no perdió el tiempo y contactó de inmediato a la diseñadora de vestidos más reconocida del país. Personalmente, eligió por videollamada el vestido que quería y pidió que lo enviaran directamente a su casa.
Justo cuando recibió en la tarde la invitación a la fiesta que Santiago le envió por correo electrónico, el vestido ya estaba en la puerta.
En cuanto entró a casa, Isidora llamó a su mejor amiga, Yolanda Romero, para que la acompañara a abrir la elegante caja del vestido.
—Isi, ¿este es un diseño exclusivo de Úrsula? —preguntó Yolanda, acariciando con cuidado la tela del vestido. Las pequeñas perlas y cristales que caían como gotitas de lluvia en los bordes no escatimaban en lujo; a pesar de la luz tenue, brillaban intensamente.
Isidora pidió a la señora de la limpieza que colgara el vestido. Se le notaba completamente satisfecha.
—Así es. Le pedí a Rafael que me ayudara a contactar a Úrsula. El Grupo Garza es una de las marcas más influyentes del momento. Úrsula volvió al país y necesita apoyo, por eso conseguí este diseño tan fácil —explicó Isidora con una sonrisa triunfal.
Yolanda abrió los ojos, asintiendo emocionada mientras recorría la tela suave con los dedos, con la mirada llena de admiración.
Una vez colgado, el vestido revelaba su esplendor: era una falda larga que barría el suelo, hecha de seda tan blanca como la leche, adornada con joyas que parecían estrellas en una noche oscura.
—Isi, la fiesta será en Villas del Monte Verde. Con ese vestido, seguro serás el centro de todas las miradas. ¿Y qué si Sofía es la esposa del presidente Cárdenas? No va a poder competir contigo —aventó Yolanda, convencida.
Las palabras de su amiga inflaron el orgullo de Isidora. Alzó la cabeza y adoptó una postura desdeñosa.
—¿Sofía? Yoli, esa mujer no es más que una exconvicta que salió de la cárcel. ¿A poco crees que puede compararse conmigo? —replicó Isidora, totalmente segura.
Desde que Sofía había salido de prisión, solo la había visto vestida con ropa sencilla, incluso anticuada, salvo por aquella vez en la subasta cuando sí se arregló un poco. Pero fuera de eso, siempre parecía invisible.
¿Alguien así pretendía compararse con ella? Imposible.
Isidora sonrió de medio lado, mostrando puro desprecio.
Yolanda le siguió la corriente, asintiendo una y otra vez.
La fiesta que se estaba organizando era de tal magnitud que, aunque los preparativos solo habían arrancado un día antes, Santiago había puesto todo su empeño. Incluso en los programas de espectáculos y en redes sociales la noticia ya era tendencia:
[#GrupoCárdenasDemuestraSuÉxito, los plagiadores ya fueron detenidos por la policía]
[#LaSeñoritaIsidorahizoelgranmérito, el presidente Cárdenas organiza una fiesta en su honor]
[#El presidente Cárdenas abre su residencia privada Villas del Monte Verde para la celebración]
Revisando todas estas noticias en su celular, Isidora levantó las cejas, completamente satisfecha.
...
Al día siguiente, Sofía terminó por aceptar la propuesta de Marcos después de pensarlo detenidamente: iría de vez en cuando al instituto a apoyarlo con temas legales.
Pero esa tarde, al volver del instituto, se topó con un ambiente inusualmente animado en la entrada de Villas del Monte Verde.
Decenas de carros de lujo estaban parados en la entrada, porque solo ahí podían dejarse. La gente bajaba vestida de gala, algunos con trajes, otras con vestidos largos. Muchos debían caminar hasta la puerta.
—Señorita, ya no podemos avanzar más, tiene que bajarse aquí —le avisó el chofer, echándole una mirada dudosa.
¿No era esta la mansión del millonario de la que tanto se hablaba en internet últimamente? Decían que habría una fiesta y por eso todos llegaban tan bien vestidos. Pero su pasajera iba con ropa casual... ¡y encima llegó en taxi!
...
En la entrada de Villas del Monte Verde, por el control de seguridad, todos los invitados esperaban su turno para mostrar la invitación. Algunos aprovechaban para platicar y presumir sus atuendos.
—¡Guau! Ese es el último modelo de Dior, ¿verdad?
—El tuyo también está increíble, se nota el diseño.
...
Los halagos iban y venían.
Sofía ignoró todo eso y se acercó directo al guardia para pedirle que abriera la puerta.
Antes de que el guardia pudiera decir algo, una mujer bien vestida que estaba mostrando su invitación la miró de arriba abajo, fastidiada:
—¿Y tú quién eres? —le espetó, escaneándola de pies a cabeza.
—¿De dónde salió esta pobretona? Ni vestido trae y todavía quiere meterse delante de mí —añadió, cruzándose de brazos para bloquearle el paso—. Seguridad, ¡saquen a esta intrusa!
Sofía le lanzó una mirada cortante, apretó los labios y no dijo nada, solo giró la cabeza hacia César, el jefe de seguridad.
Al ver la escena, a César se le formaron gotas de sudor en la frente. Le hizo señas desesperadas a la mujer para que se callara.
¡Por Dios! Para ellos, Villas del Monte Verde era solo el lugar de la fiesta, pero para la señora Sofía… ¡eso era su casa!

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