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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 196

El rostro de Isidora se tensó de inmediato. ¿Quién demonios había tenido la ocurrencia de hacer esa pregunta?

Por suerte, Yolanda intervino a tiempo. Le dedicó a Isidora una sonrisa cómplice, buscando su aprobación para que ambas pudieran salir bien libradas.

Al instante, Isidora mostró una sonrisa comprensiva y amable.

—No hay por qué apresurarnos. Yoli y yo podemos esperar en la fila, no necesitamos exigir privilegios como ciertas personas —comentó, lanzando una indirecta apenas disimulada.

Yolanda soltó una risita y, en un gesto de cariño, se aferró al brazo de Isidora, haciendo un pequeño puchero.

Esa breve interacción logró suavizar los ánimos, y las miradas incómodas alrededor disminuyeron considerablemente.

Algunos asistentes empezaron a elogiarla.

—La señorita Isidora sí que sabe comportarse.

—Ahora entiendo por qué se ganó el corazón del presidente Cárdenas.

—Aunque, si lo piensan, a Sofía la recibió personalmente el asistente del presidente Cárdenas. ¿Cómo es que Isidora no tuvo ese trato? Suena raro, ¿no?

Isidora y Yolanda se miraron, apretando la mandíbula, aunque se esforzaron por mantener una expresión impecable.

Yolanda bajó la voz para que solo Isidora pudiera oírla.

—Déjala que se sienta especial por ahora. Isi, cuando salgas con tu vestido, esa Sofía no será más que la invitada de relleno.

Al escucharlo, Isidora sintió que se le aligeraba un poco la carga.

...

Al caer la tarde, las sombras cubrieron los jardines y las puertas de Villas del Monte Verde finalmente se cerraron.

La propiedad era enorme. Además de la casa principal donde vivían Santiago y Sofía, había varios edificios anexos con salones de baile, galerías de arte, salas de juegos y todo lo que uno pudiera imaginar.

Los invitados se dispersaron y, por primera vez en mucho tiempo, la mayoría de las áreas recreativas de la villa fueron abiertas especialmente para la ocasión.

Mientras tanto, Sofía se encontraba junto a una ventana panorámica, celular en mano, observando desde lo alto cómo llegaban los invitados, todos luciendo sus mejores galas y mirando a su alrededor con curiosidad.

—¿Y bien? ¿Ya te llegó? —preguntó una voz en un idioma extraño, casi críptico.

Sofía respondió en la misma lengua, con fluidez.

—Está muy lindo, gracias.

—¿Por qué tan formal conmigo? Oye, ¿cuándo piensas regresar? Ya casi se me acaba el perfume, y últimamente no puedo dormir bien.

—Cuando termine todo esto que tengo encima.

Del otro lado hubo un silencio resignado, pero al final aceptaron con cierta reticencia.

Sofía colgó y entrecerró los ojos.

Desde la ventana, alcanzó a ver que en el jardín Isidora adoptaba pose de anfitriona, presentando a los invitados como si fuera la dueña de casa.

Sofía apartó la mirada y se dejó caer sobre la cama.

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