Sofía había estado en la cárcel hace apenas un año, y el bebé que llevaba en brazos no parecía tener ni siquiera un año de edad.
Si de verdad era hijo del presidente Cárdenas, ¿por qué no lo habían anunciado? ¿Acaso Sofía había quedado embarazada estando presa?
Por más que le daban vueltas al asunto, solo esa explicación parecía encajar con todo lo que sabían.
Al pensarlo, las miradas hacia Sofía se volvieron distintas, cargadas de duda y sospecha.
Isidora mantenía la sonrisa cortés y perfecta en el rostro, pero por dentro sentía ganas de rechinar los dientes. No fue sino hasta que vio de reojo las expresiones incómodas de los presentes, que por fin experimentó un alivio casi placentero.
—¡Uwaaa!
De pronto, Bea no aguantó más. El hambre la venció y empezó a llorar con una desesperación que retumbó en la terraza.
—Necesito agua.
Sofía, apurada, tomó a Bea y la mecío suavemente, mientras levantaba la mirada y le hablaba a Santiago, directa y segura.
No era una súplica, más bien sonó como una orden.
Santiago, lejos de molestarse, llamó de inmediato al chef y a los empleados para que ayudaran.
Sofía entregó a la bebé a una de las empleadas y se encargó personalmente de preparar la leche en polvo.
Solo cuando el chupón estuvo en la boquita de Bea, el llanto angustiado de la niña cesó de golpe.
La pequeña, calmada y tranquila, empezó a succionar con entusiasmo. En ese momento, Isidora lanzó una mirada al fondo del salón.
—Señorita Rojas, yo la admiro un montón. Cuando era la abogada principal del Grupo Cárdenas, usted era mi ídolo. ¡Jamás imaginé que ya tendría una hija!
El ambiente sereno se interrumpió al instante por una voz emocionada.
Sofía, algo desconcertada, buscó la fuente del comentario. En la esquina estaba una joven de mejillas sonrojadas, que parecía haber reunido todo su valor para hablar.
—Gracias.
Sofía no la ignoró. Aunque le resultó algo extraño, asintió levemente a la muchacha en señal de respuesta.
Ese simple gesto hizo que la joven brillara de emoción.
Reuniendo fuerzas, la muchacha dio un paso al frente:
—¿Puedo tomarme una foto con usted?
Sin darle tiempo a Sofía de rechazar, la joven ya estaba demasiado cerca.
Justo en ese instante, Sofía alcanzó a ver la pantalla del celular de la joven, completamente negra. Una alerta se encendió en su interior.
Y, como lo temía, en el mismo momento la empujaron con fuerza desde la cintura, arrojándola sin piedad a la piscina.
—¡Splash!—
—¡Alguien cayó al agua!
Sofía se hundió en la piscina, el chapoteo levantó una ola considerable.
El estruendo asustó a todos los presentes. De inmediato, algunos corrieron a buscar ayuda y a gritar que llamaran una ambulancia.


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