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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 227

—¡Llévensela!

El hombre detrás de ella actuó con rapidez, atando dos gruesas cuerdas alrededor de los brazos de Sofía, apretando con tanta fuerza que la piel se le marcó y el dolor le sacudió el cuerpo.

Después, la cubrió con una prenda amplia, ocultando cualquier cosa que pudiera levantar sospechas.

Sofía sintió cómo el aire se le atoraba en la garganta; de golpe, todo giró y alguien la levantó sin miramientos.

El miedo se le extendió por cada fibra del cuerpo, como si la hubieran sumergido en hielo.

Sintió el corazón tambalearse, la lengua le sabía a sangre.

En el abismo de la desesperación, cuando creía que todo estaba perdido—

—¡Pum!—

Un estruendo rompió la tensión.

Las siluetas que se mantenían al acecho en la sombra se quedaron petrificadas.

Se miraron entre ellos, dudando, y poco a poco bajaron las armas improvisadas que pensaban usar.

—¿Creen que la ley Olivetto es un adorno?

Nadie supo en qué momento Marcos apareció. De pronto, tenía al tipo que cargaba a Sofía sujeto por el cuello, apretándolo contra la pared con furia.

El crujido de la cabeza del secuestrador al chocar con la piedra hizo que el tipo mostrara los dientes del dolor.

Sofía, con la ayuda de Marcos, logró soltarse de las ataduras.

Al sentir el aire fresco, recuperó la compostura casi de inmediato.

Juntó fuerzas, se quitó la capucha de un tirón, y aunque su cabello caía desordenado, en sus ojos ardía una chispa desafiante.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó, erguida, con una voz que cortaba como navaja.

El hombre, con el rostro desfigurado por la rabia y el dolor, apretó los dientes y no soltó palabra.

Marcos había perdido toda esa aura de caballero que lo caracterizaba; ahora era pura amenaza, una sombra de peligro.

Apretó más fuerte. El tipo, que ya de por sí era un mastodonte, empezó a ponerse rojo, los ojos se le iban para atrás, como si estuviera al borde del colapso.

Sofía no le quitó la mirada de encima. Aun así, el tipo se negaba a ceder.

Marcos la miró, buscando su aprobación.

De pronto, Sofía, que parecía perdida, abrió los ojos de par en par.

—¿Qué relación tienes con el chofer de hace dos días?

Soltó la pregunta de golpe.

—¿Qué estás diciendo…?

El ambiente se tensó aún más, pero Sofía notó el destello de inquietud en la mirada del hombre, ese pequeño movimiento que delataba la verdad.

Ahora sí lo tenía claro.

Sofía se rio con desprecio.

—Sigo viva, ¿eh? Se nota que el que está detrás de todo esto te pagó muy bien.

Avanzó hacia él paso a paso.

No era más que una silueta delgada y aparentemente frágil, pero cada palabra retumbaba con fuerza:

—¿Quién te mandó? ¿Cuánto te pagaron por mi cabeza? ¿Eh?

Sus ojos se ensombrecieron.

Jamás pensó que su vida valía tanto.

Al punto de que alguien estuviera dispuesto a gastar tanto en acabar con ella.

El tipo tragó saliva sin poder evitarlo.

—¡Es que me das asco! ¡Por tu culpa un montón de gente perdió el trabajo en Grupo Cárdenas al filtrar los secretos! ¿Cómo es posible que una criminal como tú siga rondando libre? Santiago debe estar ciego si todavía te defiende…

Los ojos de Sofía se llenaron de tristeza, una punzada de dolor la atravesó.

—No le hagas caso, lo único que quiere es hacerte enojar —saltó Marcos.

Le dio una patada que mandó al tipo volando contra la pared.

El golpe resonó, y el hombre cayó al suelo, gimiendo, incapaz de hablar, como si se le hubiera roto algo por dentro.

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