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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 337

Sofía observó cada uno de sus movimientos, sintiendo cómo la invadía una oleada absurda de incredulidad.

Retrocedió un paso.

Santiago ya no tenía fuerzas ni para sostenerse, y el leve movimiento de su mano bastó para que Alfonso lo apartara con facilidad.

Alfonso avanzó y se interpuso entre ambos.

Santiago quiso decir algo más, pero Alfonso no se lo permitió. De inmediato lo hizo sentarse de nuevo.

Sin perder tiempo, Alfonso sacó el celular de Santiago y, sujetándole la mano, desbloqueó el aparato con su huella.

—Jaime, ven a la Taberna Estelar de inmediato.

—¿Señor Castillo? —la voz de Jaime sonó nerviosa y confundida al otro lado—. ¿Por qué tiene el celular del presidente Cárdenas? El presidente me pidió que me quedara en el hospital cuidando a la señorita Isidora, no creo que pueda irme de aquí.

Al escuchar eso, Sofía esbozó una sonrisa sarcástica y clavó la mirada en Santiago, sintiéndose aún más ridícula.

Le pide a su asistente personal que cuide a Isidora en el hospital.

Cuando Bea se lastimó, ni siquiera mandó a un guardaespaldas a protegerla, ni a ella ni a su hijo.

La comparación le revolvía el estómago. Se sentía una completa idiota.

Alfonso notó el bajón de ánimo en Sofía y soltó:

—Pues cuando cierre el bar, que tu presidente Cárdenas se quede a dormir en la calle.

Colgó y guardó el celular.

Sofía no pudo evitar soltar una carcajada ante la imagen mental, y el mal humor comenzó a disiparse.

Echó un vistazo a Santiago.

Estaba completamente inconsciente por el alcohol.

Aun así, tenía que admitirlo: ese tipo de hombre era imposible de ignorar. Incluso desplomado sobre la mesa, con su perfil tan pulido como si hubiera sido esculpido a mano, parecía modelo de alguna pintura.

Y pensar que el magnate más poderoso de los Olivetto podría terminar durmiendo en la calle, le resultaba tan insólito como gracioso.

Alfonso, al verla reírse, relajó la expresión.

—Jaime seguro llega rápido, Sofi. Yo también ando medio tocado, ¿de verdad te animas a dejar que el chofer me lleve a casa?

Alfonso arqueó las cejas, abriendo los ojos en un gesto entre suplica y picardía, como si esperara que ella cediera.

Pero Sofía veía perfectamente sus intenciones.

—Entonces cancelo el viaje y que vayan a dormir en la calle tú y tu tío.

Respondió con una sonrisa burlona, encogiéndose de hombros y con un brillo travieso en los ojos.

Alfonso, al ver que su táctica no funcionaba, frunció los labios y suspiró derrotado.

—Bueno, me voy. Bea me espera en casa.

Se tomó un segundo para mirar la hora, y la chispa de ligereza desapareció de su rostro.

Al oír mencionar a Bea, Alfonso también se puso serio y la miró resignado.

—Está bien, vete. Yo espero aquí al chofer y a Jaime.

Mientras lo decía, lanzó una mirada de reojo a Santiago.

Por más críticas que tuviera hacia él, seguía siendo su tío. No podía simplemente largarse y dejarlo ahí tirado.

Sofía no reaccionó.

—Haz lo que quieras.

Salió directo, sin mirar atrás.

Alfonso volvió a sentarse, golpeando la mesa con los dedos, intentando despertar a Santiago.

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