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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 345

Isidora resultó herida y él estuvo ahí cuando todo ocurrió; en ese momento, la situación no parecía tan grave.

¿Solo unos cuantos latigazos y ya estaba al borde de la muerte?

En el trayecto hacia el hospital, Alfonso se había asegurado de que alguien investigara. Descubrieron que Oliver, el jefe de la familia Rojas, había regresado de emergencia del extranjero solamente para donar sangre a Isidora. Sin embargo, ni siquiera alcanzaron a confirmar la compatibilidad de sangre, porque Oliver sufre del corazón y tuvo que desistir. Así que, después de todo, el peso de salvar a Isidora terminó recayendo en Sofía.

¿Y cómo es posible que ocurriera algo tan “casual”?

Isidora era una hija adoptiva, sin ningún lazo de sangre con Sofía, pero ahora que estaba enferma, ¿resulta que solo Sofía podía donar sangre para salvarla?

Alfonso, por más que intentara convencerse, no tragaba ese cuento.

Su semblante se volvió sombrío, con una energía casi animal, como si un lobo se preparara para atacar.

Guillermo, el médico a cargo, contempló al joven que irrumpió de la nada interrumpiendo el procedimiento. En ese instante, alzó la mano y le dio un golpe a la pared cercana.

—¿Quién te crees? ¡Esto es un hospital! ¿Quién te dio permiso de entrar así al quirófano y arruinarlo todo? ¿Te haces responsable de las consecuencias?

Su voz retumbó como trueno, imponiendo respeto a todos en la sala.

Los doctores que estaban dentro reaccionaron al instante e intentaron sujetar a Alfonso.

Pero nadie esperaba que, aunque Alfonso se veía delgado y alto, tuviera tanta fuerza. Con un solo movimiento de su brazo, apartó a todos con una facilidad que asustó.

Luego, con la mano libre, jaló a Sofía y la puso detrás de él, protegiéndola.

Esa noche, Alfonso se veía invencible, imparable.

—¿Cómo te obligaron?

Ignorando por completo las caras de los presentes, Alfonso se centró en Sofía, su expresión tensa, esperando la respuesta.

—Me ataron... me forzaron a donar sangre...

Oliver, furioso, quiso intervenir de nuevo.

—¡Lárgate!

Alfonso volteó en seco y le gritó con voz grave.

A pesar de que parecía un adolescente inofensivo, esa explosión hizo temblar a más de uno.

Sobre todo esos ojos oscuros, tan profundos que parecía que destilaban peligro.

Oliver quedó paralizado, sorprendido por la presencia de este chico junto a Sofía; desprendía una energía igual de intimidante que la de Santiago.

—¡Fshhh!—

De pronto, alguien corrió la cortina que separaba a Sofía y apareció Santiago.

Sofía levantó la cabeza y se encontró de frente con él, el causante de todo el alboroto.

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