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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 49

Santiago no supo cómo fue que volvió al carro.

Jaime lo miraba con el ceño marcado, claramente preocupado.

—¿Presidente Cárdenas, vio a la señora? ¿Ella no quiso regresar con nosotros?

Echó un vistazo rápido detrás de Santiago, pero el asiento trasero estaba vacío.

—¿Hay casas en renta por aquí cerca?

La pregunta inesperada hizo que Jaime se quedara un segundo sin reaccionar, pero enseguida asintió.

—Por aquí hay varias casas viejas. Muchos las rentan a estudiantes de la universidad y a quienes vienen a hacer sus prácticas.

—Renta una. Que desde ahí se pueda ver este lugar.

Santiago apretó los labios, la mirada perdida en el aire, como si sus pensamientos estuvieran muy lejos.

Como buen asistente, Jaime entendió que no debía hacer más preguntas. Aunque no comprendía del todo, asintió y tomó nota mental.

Santiago no volvió a hablar. Permaneció sentado, inmóvil como una estatua, con los ojos fijos en una ventana oscura.

—Vámonos.

Solo cuando Santiago se frotó el entrecejo, agotado, y dio la orden, Jaime encendió el carro y se alejaron del lugar.

...

Esa noche, Bea estuvo más inquieta de lo habitual. Sofía logró que se durmiera apenas pasada la medianoche.

A la mañana siguiente, la luz del sol entraba radiante por las ventanas.

—Toc, toc—

Alguien llamó a la puerta de la habitación. Sofía se frotó los ojos y se levantó.

Joel estaba en la entrada, sonriendo con frescura, tan vital como el pequeño pino que tenía en la ventana.

—¿Descansaste bien?

Le guiñó un ojo, con un brillo chispeante en la mirada.

Sofía, sin poder evitarlo, bostezó y luego se tapó la boca, apenada, aunque le devolvió la sonrisa.

—Veo que tú amaneciste de buenas, ¿eh?

La reacción de Sofía hizo que Joel dudara un poco. Echó un vistazo furtivo al interior de la habitación.

El papel blanco que debía estar junto a la cama había desaparecido.

—Eh... Sofi, ¿no notaste nada extraño?

Preguntó con cautela.

Sofía lo miró, desorientada.

Joel se rascó la cabeza, algo apenado.

—Leí en internet que aunque ya nació la bebé, tienes que seguir alimentándote bien. No sabía qué te gustaba, así que preparé un poco de todo.

La ternura de Joel casi hizo que Sofía soltara la carcajada, y al mismo tiempo sintió una calidez inesperada.

Jamás habría imaginado que, tras quedar tan desamparada, aquel practicante a quien apenas había orientado alguna vez, sería quien más la apoyaría.

La vida, sin duda, da giros insospechados.

Sofía suspiró bajito, y mientras probaba el huevo suavecito, pensó que esa tranquilidad tenía un sabor único.

Sintió que debía buscar la manera de retribuirle a Joel por su ayuda durante estos días.

—¿No tienes que ir a trabajar?

Le preguntó, como si fuera una tía preguntando por la rutina de la familia.

Apenas terminó de decirlo, se dio cuenta de que no era apropiado; después de todo, Joel era su arrendador, no un sobrino.

Se arrepintió en silencio, pero Joel no pareció notarlo. Respondió con naturalidad.

—En la firma de abogados yo solo soy el jefe detrás de todo, casi no me doy una vuelta. Y al Grupo Cárdenas solo voy en la tarde, para una que otra reunión.

—En la mañana me gusta jugar básquet o cocinar. Ya casi no queda nada en el refri, así que tengo que salir a comprar. ¿Quieres acompañarme al rato, Sofi?

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