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El Valiente Renacer de una Madre Soltera romance Capítulo 88

—Presidente Cárdenas.

El hombre se puso de pie de golpe, con el semblante teñido de disculpas.

Santiago frunció el entrecejo, y su mirada, tan profunda como un pozo, se deslizó de lado sobre él.

—El presidente Negrete me pidió que lo esperara aquí. Lamentablemente, tuvo un accidente de carro viniendo para acá, así que tendrá que ser en otra ocasión.

Al escuchar esto, Santiago apretó los labios, guardó silencio unos segundos y su expresión dejó ver un dejo de molestia.

—Un accidente de ese tipo y ya piensan reagendar... Cuando uno se lastima los huesos, la recuperación lleva meses, no se diga después de un choque. Si su presidente propone reagendar dentro de tres meses, el presidente Cárdenas no podrá acompañarlos.

Jaime, con el rostro serio, dio un paso al frente para hablar por Santiago.

El secretario de Grupo Negrete reaccionó rápido, sacudiendo la cabeza con nerviosismo.

—¡No, no, por favor! Nuestro presidente dijo que en tres días, pase lo que pase, aunque tenga que venir en silla de ruedas, va a cumplir la cita. Está muy apenado por no poder estar hoy, pero se lo juro: mientras respire, vendrá a disculparse en persona con el presidente Cárdenas. Le pido que nos dé otra oportunidad de seguir colaborando.

Bajó la cabeza, temeroso de recibir una respuesta negativa.

Después de todo, conseguir esta oportunidad de asociación con el Grupo Cárdenas le había costado mucho esfuerzo a Negrete. No se podía desperdiciar tan fácilmente.

Pero nadie puede prevenir los giros del destino...

—Tres días.

Jaime miró de reojo a Santiago y, captando la indirecta, alzó tres dedos, su tono inflexible:

—Si en tres días no se presenta, se cancela la colaboración de manera definitiva.

—¡Sí, sí, claro! ¡Por supuesto!

El secretario de Grupo Negrete no pudo ocultar una sonrisa de alivio.

Santiago se incorporó con calma, su figura imponente se destacó mientras sus asistentes y los escoltas lo seguían de cerca.

De pronto, todo el grupo se detuvo justo en la puerta.

Santiago se quedó estático, la mirada fija en el suelo vacío del exterior.

Allí yacía un frasco de medicinas.

No supo por qué, pero se sintió obligado a detenerse.

Sus zapatos relucientes quedaron quietos, y sus largos dedos recogieron el frasco con suavidad, apretándolo en su mano.

Era un medicamento para tratar la diarrea en niños.

De inmediato, le vino a la mente la imagen de aquella mujer que corría, nerviosa, entre la multitud.

—Presidente Cárdenas.

Le entregó la tableta a Santiago. Apenas echó un vistazo, los ojos de Santiago se clavaron en el rostro tenso de Sofía.

¿De verdad era ella? ¿Estaba huyendo de él?

La cámara descendió, mostrando un bulto envuelto con esmero: un bebé, apenas visible bajo la escasa luz, con el ceño fruncido de dolor.

El video se cortó ahí, dejando solo la silueta de Sofía alejándose.

Santiago levantó la vista del último cuadro.

—Averigua en qué hotel se está quedando.

Ya había congelado todas sus tarjetas y sabía que ella se había mudado de la casa de Joel. Ahora, solo podía sobrevivir un tiempo más con el poco efectivo que le quedaba, hospedándose temporalmente en algún hotel.

Santiago se frotó el entrecejo, invadido por una impaciencia que nunca antes había sentido.

Al parecer, el bebé estaba enfermo.

Una mujer sola, arrastrando a su hijo de un lado a otro, ¿cómo podía ser posible?

Jaime, recordando esa carita arrugada de sufrimiento que había visto en el video, entendió que la situación era grave. No se atrevió a perder ni un segundo.

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