Al ver regresar su auto, los rostros de los tres hombres se relajaron al unísono, liberando un suspiro de alivio.
Tristán les echó un vistazo y dijo: —Vengan conmigo.
Los tres lo siguieron con respeto, entrando a la sala de estar.
—Ese aviso de búsqueda, quítenlo ya —indicó Tristán.
Eso era responsabilidad de León, quien asintió: —Sí, señor.
La persona ya había sido encontrada, así que no tenía sentido mantener el aviso en la red oscura.
Tristán luego miró a Ramón y le dijo: —Prepara dos habitaciones, en unos días la señora y el pequeño se mudarán aquí.
Ramón respondió con respeto: —Sí, señor, empezaré mañana temprano.
Después de decirlo, Ramón se quedó atónito y una rara confusión apareció en sus ojos usualmente perspicaces, así que preguntó, titubeante: —Se... señor, ¿quién dijo que se mudará para acá?
A un lado, tanto León como Ciro también miraban a Tristán con absoluto asombro.
Después de un rato, León empujó suavemente el brazo de Ciro y susurró: —No entendí bien lo que dijo el jefe, ¿tú lo entendiste?
Ciro no prestó atención a León, sino que miró fijamente a Tristán diciéndole: —Jefe, ¿mencionó a la señora y al pequeño?
León también miraba sorprendido a Tristán, sin perderse ni un ápice de su expresión. ¿Podría ser lo que ellos estaban pensando?
Tristán los observó y dijo: —Esther y Benjamín, si todo sale bien, Esther será la señora de esta casa.
—¿Es... Esther? —repitió León, incrédulo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Eres Mi Destino Ineludible