Florecer en Cenizas romance Capítulo 305

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El muchacho todavía estaba creciendo, y en ese momento ya tenía una estatura casi igual a la de Agustín. Se notaba que todavía podía ganar unos centímetros más.

—Hermano, tú también come, esto es caro… —Gastón masticaba con todas sus ganas.

Agustín lo observaba devorar la comida, y por poco se le escapaba una sonrisa.

La energía de ese chico era tan contagiosa como el sol.

—Voy a llevarle algo a tu cuñada para cenar con ella después —comentó Agustín, con un tono calmado.

Gastón se detuvo de golpe, con la boca llena, y sintió que los ojos se le humedecían. No se atrevió a decir nada, no fuera a ser que Agustín pensara que estaba exagerando.

Había dicho “tu cuñada”… Eso quería decir que Agustín lo aceptaba.

Con los ojos todavía rojos, Gastón le sonrió a Agustín.

—La cuñada como que me ve feo… Siento que no le caigo bien.

Agustín soltó una ligera risa.

—Sí, es muy protectora.

Fabiola no soportaba mucho a Gastón, porque lo veía como un rival.

Gastón, un poco apenado, preguntó:

—Hermano, ¿no podrías decirle a la cuñada que yo no quiero pelear contigo por nada?

Agustín asintió despacio.

—¿Y si le explico también al abuelo? No tiene caso que andemos peleando, ¿no? Los hermanos deberían apoyarse, ¿a poco no? —Gastón no entendía por qué las cosas tenían que ser tan difíciles.

Agustín negó con la cabeza.

—Por eso te digo que eres ingenuo. Él nunca lo creería, porque no confía en mí. No cree que alguien capaz de querer deshacerse de sus padres pueda aceptar de verdad a los demás. Siempre va a tener miedo de que, en cuanto se muera, yo les haga algo a ustedes.

Ese era el temor más profundo del abuelo hacia su nieto.

Porque el abuelo conocía las capacidades de Agustín, y sabía de lo que era capaz.

—El abuelo también… —murmuró Gastón, inconforme—. Pero no importa, yo sí confío en ti, hermano.

Gastón le regaló una sonrisa a Agustín.

Agustín, resignado, empezó a juguetear con el encendedor que tenía en la mano.