Florecer en Cenizas romance Capítulo 318

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Agustín miró fijamente a Fabiola y, con una seriedad que le caló hasta los huesos, respondió:

—Te amo.

Si no la amara, ¿cómo explicarse todo lo que había planeado por su futuro juntos…?

Los ojos de Fabiola temblaron un poco, se le enrojecieron las orillas y, sin pensarlo, saltó para colgarse del cuello de Agustín.

Él dijo que la amaba, y ella lo creyó.

Porque Agustín no era de esos que se rinden por cualquier cosa, y mucho menos alguien que suelta un “te amo” a la ligera.

Agustín sonrió y la abrazó fuerte, avanzando con ella en brazos hacia la salida.

El asistente, intentando pasar desapercibido, los siguió arrastrando la maleta, fingiendo que no había escuchado nada de nada.

Ojalá, al menos por ese rato, Fabiola y Agustín lo ignoraran como si fuera invisible.

—Sr. Agustín… ¿De verdad aún quiere que siga trabajando con usted? —Antes de subir al carro, Emilio volvió a preguntar, cuidando cada palabra.

Agustín lo miró, extrañado.

—¿Por qué? ¿Te quieres ir a buscar otro jefe?

Emilio levantó la mano, negando de inmediato.

—¡Jamás se me ocurriría!

Agustín lo observó con atención.

—¿Qué hiciste ahora? ¿Ya andas con remordimientos?

Emilio tragó saliva y bajó la voz.

—Metí la pata, jefe… no supe ver bien las cosas. Yo antes pensaba que usted y la señorita Fabiola sólo tenían un matrimonio de contrato, que ella era como una canaria enjaulada más de las que se ven con los grandes del círculo... como las novias secretas, ya sabe…

Emilio murmuró, muy bajito:

—Hasta llegué a llevar a la señorita Fabiola con una amiga mía que se dedica a eso, para que le enseñara cómo comportarse como una canaria de lujo…

Agustín, en ese instante, entendió al fin por qué durante un tiempo Fabiola le decía “papá” en broma...

Todo era culpa de Emilio, que le había metido ideas raras a su esposa.

Apretó la mandíbula, respiró hondo y le soltó:

—Hay un proyecto de Firmeza Global en el desierto, creo que te vendría bien pasar un tiempo allá, para que pongas en orden tus ideas.

Emilio casi lloró.