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Herencia de Poder romance Capítulo 15

Después de la consulta, mientras Mateo se entretenía con una tableta en la sala de espera, Damián no pudo resistir el impulso. Se acercó al mostrador de enfermería del área de geriatría, el mismo donde había visto a la mujer. La enfermera con la que ella había hablado estaba allí, organizando unos expedientes.

—Disculpe —dijo Damián, su voz era educada pero con el tono de alguien acostumbrado a obtener respuestas—. La mujer que estaba aquí hace un momento, hablando con usted. ¿Es médico del hospital?

La enfermera levantó la vista, reconociendo al instante al poderoso Damián Acosta. Se puso un poco nerviosa. —Oh, no, señor. Ella es la nieta de una de nuestras pacientes, la señora Elena. Viene a visitarla un par de veces por semana.

—Ya veo. Parecía muy informada —comentó Damián, de forma casual, intentando que su interés no pareciera excesivo.

—Lo es. Siempre revisa los informes de su abuela. A veces hace preguntas que ni los residentes saben responder —admitió la enfermera con una sonrisa—. Es muy dedicada. Se llama Ximena.

El nombre no le dijo nada. Ximena. Un nombre común. Probablemente era solo eso: una nieta preocupada e inteligente. Se sintió un poco estúpido por su repentino ataque de paranoia. Agradeció a la enfermera y se fue. Mientras tanto, dentro de la habitación, Ximena terminaba su visita. Le dio un beso en la frente a Doña Elena y le prometió volver en tres días. Al salir al pasillo, notó a un hombre alto y de aspecto imponente que se alejaba con un niño. Sus ojos se cruzaron por una fracción de segundo. Ella vio un hombre con un traje caro, la personificación de la élite contra la que luchaba. Notó una intensidad en su mirada que la hizo sentir observada, pero lo descartó como la arrogancia típica de su clase. No le dio mayor importancia y siguió su camino hacia el ascensor.

Ninguno de los dos se dio la vuelta. Damián se fue con el nombre "Ximena" flotando en su mente, una curiosidad sin resolver que pronto archivaría entre asuntos más urgentes. Ximena se fue sin saber que acababa de cruzarse con el hombre que la buscaba obsesivamente.

Estaban en el mismo lugar, conectados por un secreto que solo ella conocía, pero sus mundos aún no habían colisionado. Eran dos trenes de alta velocidad corriendo en vías paralelas. El universo los había puesto en el mismo edificio, permitiéndoles sentir la vibración de la presencia del otro sin entender su significado. La semilla del encuentro se había plantado, regada por la intriga de él y la indiferencia calculada de ella. Solo era cuestión de tiempo antes de que una crisis o una coincidencia forzara a esas vías a cruzarse de forma explosiva.

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