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Herencia de Poder romance Capítulo 11

Las semanas siguientes a la misteriosa aparición de "Mariposa Monarca" se convirtieron en una especie de fiebre en los círculos más exclusivos de la Ciudad de México. La estrategia de Ximena funcionó a la perfección. La exclusividad absoluta y el secretismo que rodeaban la marca la transformaron de un simple objeto de deseo a una obsesión colectiva. Tener una pieza de "Mariposa Monarca" no era una declaración de riqueza, pues muchas de las mujeres de ese círculo podían comprar lo que quisieran; era una declaración de pertenencia, de haber sido elegida. Las pocas afortunadas que recibían una invitación a las presentaciones privadas guardaban el secreto con celo, aumentando aún más el misticismo. Las creaciones de Ximena, especialmente el vestido "El Legado Roto", que fue adquirido por una coleccionista de arte por una suma astronómica en una subasta benéfica secreta, se convirtieron en leyenda. Se hablaba de abrigos con forros que eran mapas estelares bordados en hilo de plata y de blusas cuya seda había sido teñida con pigmentos naturales traídos de Oaxaca.

Para Ariadna Villarreal, esta situación era una espina clavada directamente en su orgullo. Cada evento al que asistía era una tortura. Veía a sus rivales sociales luciendo piezas de la marca, recibiendo halagos y miradas de envidia que antes estaban reservadas para ella. Intentó de todo. Hizo que su padre, Fernando Villarreal, moviera sus influencias, pero los contactos que él tenía en el mundo de la moda no sabían nada. La marca parecía operar en un universo paralelo, inmune a las reglas del poder y el dinero que Ariadna siempre había dominado. Presionó a su asistente hasta el límite, quien solo pudo informarle que la marca no tenía intermediarios; la diseñadora, una figura completamente anónima, elegía personalmente a cada clienta basándose en criterios desconocidos.

La frustración de Ariadna alcanzó su punto álgido durante un almuerzo benéfico en el Club de Industriales. Estaba sentada en una mesa con otras herederas, y la conversación, inevitablemente, giró en torno a "Mariposa Monarca". Sofía de la Torre, la hija de un magnate de la construcción, llevaba un abrigo de seda con un forro que revelaba un delicado bordado de colibríes, inconfundiblemente de la marca.

—Es que no entienden la experiencia —decía Sofía, deleitándose con la atención—. No es ir de compras. Te reciben en un jardín secreto en Coyoacán, te ofrecen un té artesanal y la diseñadora… bueno, su representante, te habla de la historia detrás de cada pieza. Es como adquirir arte. Sientes que la pieza te elige a ti, no al revés.

Ariadna apretó la mandíbula, forzando una sonrisa. —¿Y quién es la diseñadora? ¿Sigue siendo un misterio?

—Totalmente. Pero quien sea, es un genio. Dicen que solo crea lo que la inspira, por eso no acepta comisiones —respondió otra mujer, avivando el fuego—. Mi prima intentó ofrecerle el doble por un diseño y simplemente le dijeron que "la musa no estaba disponible para ese proyecto". ¿Puedes creer la arrogancia? Es brillante.

Sentirse excluida era un veneno que Ariadna no sabía cómo procesar. Ella no era una más; era la referencia. Su palabra definía tendencias. Que esta diseñadora fantasma la ignorara deliberadamente era un insulto que no podía tolerar. Se excusó para ir al tocador, no porque lo necesitara, sino porque sentía que si escuchaba una palabra más sobre un "jardín secreto", gritaría. Se miró en el espejo del opulento baño, el mármol frío reflejando su imagen impecable. Pero por primera vez, vio una grieta en la fachada. La guerra no declarada de Ximena estaba funcionando, atacando no sus finanzas ni su estatus legal, sino el pilar de su identidad: su indiscutible relevancia social. Y Ariadna, por primera vez en su vida, no sabía cómo contraatacar a un enemigo que no tenía rostro.

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