"Alessandro"
Cuando me detuve en la puerta y miré a la mujer inclinada sobre el archivo de espaldas a la puerta, mis ojos fueron directo a aquellas piernas y llegaron a ese elegante par de zapatos. ¡Y qué zapatos! Aquellos tacones eran impresionantes, debería prohibirlos en la oficina. Entonces escuché ese silbido de Patricio. Ella se levantó inmediatamente y pude ver que tenía una figura perfecta. Tenía el cabello negro hasta la cintura medio recogido y muy brillante. Por supuesto que él quedó embobado con ella inmediatamente, Patricio es un conquistador empedernido. Lo miré con el ceño fruncido y él sonrió aún más al notar mi desagrado.
Pero cuando aquella mujer se dio vuelta los ojos de Patricio se agrandaron aún más, es demasiado hermosa, con ojos vivaces de un verde impresionante, yo solo pensaba en sacar a mi amigo de allí inmediatamente y prohibirle siquiera mirarla. Sin duda era mi nueva asistente y de ninguna manera permitiría que Patricio usara sus encantos con ella. Pero claro que a él ni le importó mi cara de insatisfacción, sabía exactamente lo que pasaba por mi mente, y avanzó como queriendo provocarme.
Ella fue amable y profesional y cuando me acerqué para estrechar su mano extendida sentí su perfume, olía a chocolate, vainilla y jazmín, era cautivador y nubló todos mis pensamientos. Sentí una corriente eléctrica pulsar en todo mi cuerpo. Ella alteró todos mis sentidos, necesitaba salir de su presencia inmediatamente. Rápidamente llamé a Patricio a mi oficina y cuando entramos apenas cerró la puerta y ya empezó:
—Alessandro, hermano, ¿en serio vas a poder trabajar con esa diosa? Viejo, ¿de dónde sacaste a esta mujer? ¡Es maravillosa! Creo que quiero cambiar de asistente, te voy a mandar a Rick y me llevaré a Catarina a mi oficina.
Miré a mi amigo con evidente ferocidad. Patricio era como un hermano para mí y sabía exactamente cómo la belleza de mi nueva asistente me había impactado. Y claro que él ya sabía que debía mantenerse alejado de ella y me estaba provocando, pero no estaba de más reforzarlo.
—Patricio, ¡ni empieces con bromas! No te quiero coqueteando con ella, es mi asistente y no quiero complicaciones aquí en la oficina.
—Ah, Ale, dame una buena razón para no acercarme a esa mujer espectacular.
—¿Y quién te crees que eres para detenerme o decirme qué hacer, empleadita?
Oí aquella voz irritantemente chillona y la reconocí inmediatamente, es de Ana Carolina, hija de José Carlos, mi director financiero. ¡Qué mujer insoportable! Esta mujer se obsesionó conmigo, parece que estaba en una especie de cruzada para atraparme, necesitaba ponerle fin a esto, pero no sabía cómo. Hasta que descubriera cómo quitarme esta molestia de encima, tenía que ir cortando situaciones desagradables como aquella. No sabía qué hacer, pero la irritación solo creció dentro de mí cuando oí la amenaza de aquella niña mimada contra mi asistente:
—Escucha bien, empleadita, quítate de mi camino ahora o serás echada a la calle como un perro sarnoso en menos de cinco minutos.
Esto hizo hervir mi sangre. Me pasé la mano por el cabello muy irritado y miré a Patricio que parecía divertirse con mi infortunio. Abrí la puerta sin mirar dando un paso hacia fuera y choqué contra la espalda de mi asistente empujándola hacia adelante y rápidamente la tomé por la cintura y la atraje contra mi pecho para evitar que cayera por mi culpa. Sentí su cuerpo pegado al mío y por instinto cerré los ojos para absorber mejor su perfume, inmediatamente mi cuerpo vibró y la sentí estremecerse en mis brazos.

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