Jefe Irresistible: Rendida a su Pasión (de Maria Anita) romance Capítulo 109

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Los días pasaban rápidamente. Ya habían pasado quince días desde que había vuelto a trabajar en el Grupo Mellendez. Todo iba bien, estaba siguiendo la auditoría y haciendo mi trabajo sin ningún problema. Alessandro y yo continuábamos con nuestras provocaciones y nuestros pasteles de chocolate. Como prometido, me comió sobre su escritorio, me dejó montarlo en su silla y perdí la cuenta de cuántas veces me poseyó en ese sofá. Dormíamos juntos casi todos los días en mi casa y los sábados dormía en la suya.

Estaba muy feliz. Tenía un novio maravilloso que adoraba a mi hijo, un grupo de amigos que adoraba y mi trabajo era todo lo que había soñado profesionalmente. Junqueira me veía por la empresa, pero no tuvo oportunidad de acercarse de nuevo, e intentó, pero Denis siempre estaba muy atento.

Ya era viernes de nuevo y Alessandro y yo íbamos camino al estacionamiento para ir a casa después de un agotador día de trabajo. Estábamos planeando pedir comida china y ver dibujos animados con Pedro en la televisión. Cuando llegamos a su auto, escuché una voz salir de algún lugar. Identifiqué a la dueña de la voz antes de verla.

—Pero mira, es mi futuro esposo con la puta con la que se está acostando —Ana Carolina salió de detrás de un auto que estaba estacionado detrás del auto de Alessandro.

—¿Qué haces aquí, insoportable? ¿Y cómo entraste? —preguntó Alessandro con enojo, colocándome detrás de él.

—Ah, mi gatito, ¡no le hables así a tu futura esposa! —esa perra habló con voz melosa, dejándome irritada—. Mi papi trabaja aquí, pues, vine escondida en su auto, ya que no me dejan entrar para verte.

—¡Estás loca! Quítate de mi camino ahora y ni te atrevas a acercarte a mi novia —gritó Alessandro.

—¿Tu novia? —Ana Carolina soltó una risa sarcástica—. Creo que ella dejará de ser tu novia ahora.

—Vete de aquí, Ana Carolina. Cata, llama a seguridad y pídeles que vengan a sacar a esta loca de aquí —dijo Alessandro.

Mientras tomaba mi celular de mi bolso y llamaba a seguridad, escuché a esa urraca infernal hablar.

—Ah, gatito, ¡no puedes hacer esto con la madre de tu hijo!

—¡Estás loca, criatura? ¡Tú no eres nada mío, yo nunca voy a tener un hijo contigo! —Alessandro gritaba de rabia.

—Eso no es lo que dice este examen —dijo ella y le extendió un papel a Alessandro—. Nuestra linda noche de amor, gatito, dio frutos. Me embarazaste, ¡estoy esperando a tu heredero! —ella hablaba triunfante con una gran sonrisa en esa cara ridícula.