"Alessandro"
Después de que todos salieron de mi oficina, aproveché para hacer algunas llamadas más y despachar documentos. La mañana pasó muy rápido y pronto apareció Patricio para arrastrarme a almorzar.
Al regresar, decidí ir a la pastelería, pensando en alegrarle un poco el día a mi asistente. La curiosidad me carcomía por saber sobre el padre de su hijo, pero podía esperar a que estuviera menos tensa para que me contara.
Cuando volví a la oficina, ella ya estaba en su escritorio trabajando. Le pregunté por su hijo y con una gran sonrisa me dijo que estaba bien y hablador como siempre. Sonreí y me fui a mi despacho.
Casi al final del día, me acerqué a la puerta y llamé a mi asistente. Cuando entró, cerré la puerta con llave. Abrió los ojos sorprendida y le pedí que se sentara en el sofá. Tenía muchas preguntas para ella, pero había decidido dejarlas para mañana, en casa, sería menos formal, ya estaba bastante sobrecargada, mi idea era aliviar un poco su tensión.
Cuando se sentó y cruzó las piernas, le ofrecí el plato con nuestro pastel de chocolate. Sonrió algo tímida y lo tomó.
—Pensé en endulzar tu día con una porción de nuestro pastel —le dije mirándola a los ojos.
—¿Nuestro pastel? —preguntó divertida.
—Sí, la mitad es mía, como siempre. A menos que me ofrezcas algo más delicioso.
—Alessandro, ¿vas a empezar con las provocaciones?
—¡Nunca he parado!
Me lanzó una mirada perversa y se llevó un trozo de pastel a la boca, cerrando los ojos y soltando un pequeño gemido mientras masticaba. Fue suficiente para dejarme completamente excitado y duro.
—¿No me vas a convidar, Catarina?
—Mmm, discúlpame, pero está tan delicioso que no se puede compartir —dijo mientras se llevaba otro trozo a la boca de forma muy seductora.
Me acerqué bien cerca de ella y comencé a subir mi mano por su muslo lentamente mientras la veía saborear ese pastel. Cuando llegué entre sus piernas sentí el calor ardiente y toqué suavemente, con la punta del dedo, su entrada bajo la ropa interior húmeda. Soltó otro gemido que yo sabía que no era por el pastel. Sonreí lleno de lujuria y le susurré al oído.
—A-Alessandro... por favor... no pares, ¡voy a acabar!
Jamás me detendría. Lamí su delicioso sexo y metí mi lengua lo más profundo que pude, penetrándola con mi lengua mientras mi mano masajeaba su clítoris.
Gimió fuerte y explotó en un delicioso orgasmo en mi boca. Chupé y lamí todo su sabor, maravillado con ella. ¡Era deliciosa! Me puse de rodillas, abrí mis pantalones, ya no aguantaba más, estaba al límite. Pasé mi mano sobre mi miembro que palpitaba, me masturbé y rápidamente acabé en su vientre.
Me incliné y besé su boca lentamente, explorando cada rincón, sintiendo mi cuerpo calmarse y ella relajándose debajo de mi cuerpo. Me levanté y busqué en mi baño una toalla húmeda, la limpié, bajé su vestido dando besos en sus muslos.
Tomé el plato del pastel, poniendo un trozo en su boca por cada trozo que ponía en la mía. Durante todo el tiempo nos mirábamos a los ojos, esos ojos verdes me quemaban, como si vieran a través de mí.
Cuando terminamos el pastel puse el plato en la mesa y la atraje para un beso, estaba lejos de terminar de deleitarme con ella.
El beso comenzó suave y lento, pero fue calentándose y cuando la atraje a mi regazo, escuché el maldito teléfono sonando insistentemente sobre mi escritorio. ¡Qué fastidio, justo ahora! La senté en el sofá, le di un beso rápido y fui a contestar.

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