Entrar Via

Jefe Irresistible: Rendida a su Pasión romance Capítulo 3

El lunes, durante el almuerzo, Meli me entregó una pequeña bolsa de una tienda de lujo, la cual miré con desconcierto.

—Mi mamá me pidió que te lo diera —me dijo con una sonrisa radiante—. Dice que te queda perfecto y que a ella ya no le va.

Al abrir la bolsa, encontré el perfume que había usado la noche del baile y no pude evitar sonreír. Había adorado ese aroma y ahora era un recuerdo de la mejor noche de mi vida. Sin embargo, un pensamiento me cruzó por la mente: esperaba que esa noche inolvidable no me hubiera dejado como «regalo» alguna enfermedad venérea.

Con esa idea en la cabeza, le agradecí a Meli y le comenté que más tarde llamaría a su madre para agradecerle, pero primero necesitaba contactar un laboratorio para hacerme unos análisis.

Cuando llamé, me informaron que requería una orden médica para el seguro me cubriera los exámenes. Gracias a Dios la empresa nos proporcionaba cobertura médica a todos los empleados; de lo contrario, no sabría qué hacer. Mi sueldo era bastante ajustado, y lo poco que me quedaba después de pagar la universidad lo destinaba a ayudar en casa. Mi mamá era ama de casa y mi papá no ganaba mucho trabajando como chofer.

Sin demasiada complicación, conseguí una cita médica que solo tenía disponibilidad para quince días después, y la espera fue angustiante. Mientras pasaban los días, mi ansiedad no hacía más que aumentar, a pesar de que Meli hacía todo lo posible por calmarme y mantenerme tranquila.

El día de la consulta, Meli me acompañó. Con la lista de análisis en mano, ella misma programó la cita en el laboratorio e insistió en estar conmigo durante todo el proceso. Habían transcurrido tres semanas desde la fiesta, cuando finalmente pude realizarme los estudios, cuyos resultados llegaron cinco días después, tras lo cual regresé con el médico. Por supuesto, Meli estaba a mi lado en todo momento.

El médico verificó los resultados y me miró a los ojos:

—Señorita Catarina, su salud está excelente. Está más que saludable. Pero, de ahora en adelante, tendrá que cuidarse mejor.

Respiré aliviada, pero no pude evitar preguntarme si, realmente, iba a escuchar un sermón del médico por haber tenido sexo con un extraño sin condón. Bien merecido lo tenía, había sido una tontería no usar preservativo, podría haber contraído una enfermedad. Y entonces él continuó hablando:

—¡Felicitaciones, está embarazada! Voy a remitirla con un ginecólogo obstetra para que inicie su control prenatal...

No escuché nada más, solo la sangre pulsando en mis oídos. ¡No podía creerlo! ¿Embarazada? ¿Cómo lo iba a explicar? No podía ser posible. Justo yo que era la señorita correcta, que nunca daba un paso en falso, que antes de hacer cualquier cosa siempre pensaba las consecuencias de mis actos, que siempre había sido responsable… No podía ser… La primera vez que dejaba de lado la racionalidad, ¡había salido embarazada y ni siquiera sabía quién es el padre! Meli sostenía mi mano y repetía:

—Tranquila, Cata —me repetía Meli, una y otra vez, mientras sostenía mi mano—. ¡Todo estará bien!

¿Cómo estaría todo bien? Ni siquiera sabía quién era el padre. ¡Mierda! Y lo peor, era que tendría que contárselo a mis padres. Su única hija los decepcionaría. Me odiarían y me echarían de casa. ¿Cómo iba a explicarles que ni siquiera conocía la cara del padre de mi hijo? Ya estaba hiperventilando, y, de repente, sentí al médico tomando mi mano y hablando calmadamente:

—Hija, ¡tranquila! La situación, por lo que percibo, no es la mejor, pero no puedes ponerte así de nerviosa, eso le hará mal a tu bebé. Ahora tienes que cuidarte por él. Estoy seguro de que las personas que te aman te apoyarán y te ayudarán. Pero necesitas calmarte, porque solo tú puedes cuidar de este bebé para que se desarrolle sano y nazca fuerte. ¿Me comprendes?

Miré a aquel señor bajito, de cabello blanco, algo rechoncho, con los lentes sobre la punta de la nariz y asentí. De alguna forma, me calmó un poco, tal vez porque en sus ojos brillaba una gentileza y una comprensión que casi no se ve en estos días. Acto seguido, el médico pidió a la secretaria que me trajera un té de manzanilla y, mientras yo bebía el té e intentaba tranquilizarme, él le pasaba toda la información a Melissa, quien escuchaba todo con atención.

Una vez que por fin salimos del consultorio, Melissa me llevó a una cafetería, alegando que necesitábamos comer algo. Pero, apenas me senté, sentí cómo las lágrimas, que había intentado contener, comenzaban caer. Mi amiga me abrazó y me dijo una vez más que no estaba sola. La miré y le dije:

—La única certeza que tengo ahora es que quiero que tú y Nando sean los padrinos de mi hijo —dije, alzando la mirada—, porque sé que lo apoyarán y le darán mucho amor.

Sus ojos brillaron y comenzó a llorar.

—¡Voy a ser la mejor madrina del mundo y siempre estaré cerca de nuestro bebé! —respondió, sollozando—. ¡Y estoy segura de que Nando también estará muy feliz!

Ella aseguró que estaría a mi lado siempre, dejando en claro que no pasaría por nada sola y que estaría conmigo cuando fuera a hablar con mis padres. ¡Ay, mis padres...! Empecé a razonar y decidí que no se los ocultaría ni por un día. No iría a la universidad y me iría a casa a hablar con ellos. Tenía que decírselo esa misma noche.

—Entonces vamos, estoy contigo —dijo Meli, mostrándome su apoyo.

Verify captcha to read the content.Verifica el captcha para leer el contenido

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Irresistible: Rendida a su Pasión