Dos horas después de haber salido, Alessandro volvió y parecía perturbado, pasó junto a mí, me miró como si viera al mismo diablo y gruñó:
—¡A mi oficina ahora, Catarina!
Me quedé helada con su tono. Patricio y Mariana venían tras él y los escuché pedirle que se calmara. Pero Alessandro los ignoraba. Entonces, me levanté muy confundida y entré a su oficina, y los otros dos entraron detrás de mí y cerraron la puerta.
Me quedé paralizada cuando vi su mirada de furia posarse sobre mí y su voz iracunda decir cosas que ni entendía.
—¡Cómo pudiste, Catarina! ¡Llegaste aquí como un cordero, pero no eres más que un lobo! Traicionaste mi confianza de una manera que nadie nunca lo había hecho. Y después de todo lo que pasó entre nosotros. ¡Eres la mayor decepción de mi vida! —gritaba en mi dirección con la rabia exhalando por sus poros.
—Alessandro, ¿qué está pasando? ¿De qué estás hablando? —pregunté sintiendo ya mi garganta cerrarse y derramando un rosario de lágrimas.
—¡No te hagas la santa conmigo, ya no! —caminaba de un lado a otro y se frotaba la cara con ambas manos—. Sabes exactamente lo que hiciste. ¡Te quiero fuera de mi empresa y de mi vida ahora! ¡Y date por satisfecha, porque solo no sales de aquí arrestada porque me da lástima tu hijo!
¿Pero de qué estaba hablando? ¡No lo comprendía! ¿Arrestada? Ya estaba sin reacción. No entendía qué había pasado. Estaba temblando y cuando gritó casi me caigo.
—¡Sal de aquí ahora! ¡Fuera de mi empresa! Te garantizo que en esta ciudad solo volverás a trabajar si es en la alcantarilla, el lugar de las ratas como tú, ¡eres despreciable, lamento el día que te contraté! ¡Fuera! —vociferó golpeando la mesa con la mano.
Sentí una mano en mis hombros jalándome con gentileza fuera de esa oficina. Estaba paralizada, mis ojos ardían, mi pecho quemaba de dolor, no podía entender.
Mariana tomó mi bolso y me llevó a la oficina de Patricio. Los dos se sentaron conmigo y finalmente me explicaron.
—Catarina, ¿recuerdas que llamé a Ale el sábado diciéndole que sospechábamos que se había filtrado información? —Patricio habló serio y no parecía muy cordial.
—Sí, y dijeron que iban a revisar todo minuciosamente. ¿Encontraron quién fue? Pero ¿qué tiene que ver eso conmigo? —pregunté confundida.
—Bueno, Cat, resulta que el hacker encontró dos correos enviados desde tu computadora. Fueron enviados y borrados, pero logró recuperarlos —Mariana habló con calma.
—¿Cómo que dos correos? ¿Qué correos? —la miré sin entender.
Patricio me entregó dos hojas de papel, en la primera había un correo fechado el jueves anterior. Contenía el siguiente mensaje:
____________________________________________________
De: Catarina Vergara
Para: [email protected]
Asunto: Cuidado
Señor,
La cúpula estuvo en reunión a puerta cerrada. Están sospechando. Tome providencias.
Catarina Vergara
Asesora del CEO
Grupo Mellendez
_____________________________________________________
El segundo correo estaba fechado esta mañana. Contenía un mensaje horrible que decía lo siguiente:
—Pero, Patricio, ¡ni siquiera me dio el beneficio de la duda! ¡Debería al menos investigar mejor y no tratarme con todo ese odio! —dije dolida.
—Catarina, por favor, trata de entender a mi amigo, tiene muchas cosas en la cabeza. Además, entiende, el piso de la presidencia ahora no recibe a nadie sin previa autorización y tú eres la única empleada recién llegada. ¿Cómo podemos explicar que un empleado que está aquí desde hace tanto tiempo de repente nos traicionó? —Patricio trataba de justificar a su amigo y justificarse a sí mismo.
El dolor que sentía en ese momento se transformó en rabia absoluta. Sequé mis lágrimas, entregué el celular corporativo y mi credencial a Mariana, tomé mi bolso y me levanté. Miré a los ojos de Patricio y hablé con una voz helada:
—Claro, es más fácil acusar que investigar. Y es más fácil culpar a la nueva que aceptar que ustedes son unos grandes idiotas a quienes el verdadero culpable engaña hace años. Pero está bien, Patricio. Entendí y me voy inmediatamente de la empresa, no volverán a verme. Solo espero que cuando se den cuenta de la injusticia que están cometiendo, el verdadero culpable no haya tenido tiempo de dejarlos en la ruina.
Di la vuelta y caminé hacia la puerta, pero a medio camino regresé hasta él y le dije en tono sarcástico:
—¿Desea revisarme, Sr. Gusmán, para asegurarse de que no me estoy robando nada?
—Ah, Catarina, por favor, no lleves las cosas por ese camino... —Patricio habló agitado y mantuve mis ojos firmes como exigiendo su respuesta a mi pregunta—. No, Catarina, no voy a revisarte. Puedes irte a casa que después mandaré que lleven la liquidación por tus días trabajados y tus documentos.
—No quiero nada de aquí, solo que den de baja mi contrato de trabajo para que pueda buscar otro empleo, ¡aunque sea en la alcantarilla! —dije con una mirada fría, di la vuelta y salí de allí.
Cuando salí de la oficina de Patricio, Celeste vino corriendo.
—Catarina, ¿qué pasó?
La miré como si mirara a una hiena ávida por devorar a su presa, di la vuelta y apreté el botón del elevador que se abrió en el momento en que ella iba a insistir. Hizo ademán de entrar conmigo, pero levanté el dedo y le dije:
—¡Quédate ahí!
Apreté el botón y el elevador se cerró. El guardia me dejó pasar por el torniquete sin preguntas cuando le dije que estaba sin credencial. Cuando llegué a la calle, entré al primer taxi que vi y di la dirección de casa. Solo cuando entré a mi habitación me permití derrumbarme en la cama y llorar fuerte hasta no tener más fuerzas.

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