"Heitor"
Samantha y yo estábamos acostados uno frente al otro, simplemente mirándonos y sonriendo. No necesitaba nada más en la vida, simplemente estar con ella me bastaba. Después de una tarde y una noche caóticas, resolvimos nuestros problemas, nos reconectamos, hicimos el amor lenta y apasionadamente y nos declaramos el uno al otro sin dejar ningún espacio para incertidumbres.
—Por menos que quiera, tenemos que salir de la cama, necesitamos arreglarnos para la boda. —Dije recordando que ella necesitaría tiempo para maquillarse, peinarse y todas esas cosas que hacen que las mujeres tarden una eternidad en arreglarse, estando siempre retrasadas.
—No tenemos que hacerlo. —Ella habló tranquila y serena. Mi corazón se aceleró.
—No, no, no, Samantha. No cancelaste esta boda. —Llevé las manos a la cara frustrado—. Soy capaz de arrastrarte hasta un cura, en la primera iglesia que encuentre, y hacerte mi esposa. —Me senté en la cama preparándome para una batalla que no iba a perder, pero ella estaba riendo.
—Mi hermoso, no la cancelé, solo la aplacé para mañana y Hebe está resolviendo todo con Melissa. —Habló muy tranquila.
—Solo la aplazaste. —Repetí y solté el aire de los pulmones sintiendo alivio—. ¿Pero por qué la aplazaste?
—Porque no quiero comenzar el día de mi boda con un problema. Y hoy el día no comenzó bien.
—No, no comenzó bien.
—Pero necesitamos salir de la cama porque tu hijo y yo tenemos hambre y sabes lo que sucede cuando tengo hambre. —Me sonrió.
—Ah, no, vamos rápido porque no aguanto más ningún ataque de furia por lo menos en un mes. —Bromeé y la tomé en brazos dirigiéndome al baño.
Dos cosas que dejaban a Samantha con un pésimo humor eran el sueño y el hambre. Cuando sentía cualquiera de estas cosas se ponía enfurruñada y molesta. Aprendí esto muy rápido, de modo que hacía lo posible para evitar que sintiera hambre o que tuviera que quedarse despierta cuando tenía sueño.
Después de un baño y algunos besos, estábamos listos para volver al mundo. Bajamos las escaleras de la mano y cuando llegamos a la sala oímos a Patricio gritar.
—¡Ahí vienen los novios! —Patricio gritó en tono festivo y todos los demás aplaudieron e hicieron bastante ruido. Cuando se calmaron, Patricio tuvo el valor que les faltó a los otros—. Entonces, pareja, ¿problemas resueltos? ¿Tendremos pastel y bombones de boda?
—Sí, Patricio, tendremos pastel y bombones. —Samantha río al responder.
—Excelente, porque solo vine por eso. —Patricio bromeó.
Samantha soltó mi mano y fue hasta Joaquim, abrazándolo llena de afecto y él correspondió.
—Gracias por sostener mi mano cuando tuve miedo. —Ella le agradeció.
—Es lo que hace un padre, hija. —Joaquim estaba emocionado. A pesar de ser el padrastro, era muy obvio que la amaba como a una hija.
—¡Llegué! —Rick irrumpió por la puerta—. ¿Qué me perdí? —Miraba ansioso a todos nosotros.
—Mucho drama y un final feliz. —Patricio se encargó de responder con sus bromitas de siempre.
—Entonces no me perdí nada. Pero me estoy muriendo de hambre. —Rick juntó las manos.
—Somos dos, Rick. —Samantha le sonrió y fuimos a la cocina, guiados por Hebe que nos sirvió un almuerzo delicioso.

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