Estaba muy cansada. La semana estaba siendo muy agitada y no estaba durmiendo bien, lloraba todas las noches hasta quedarme dormida. Haber hablado con Alessandro ayer tampoco ayudó, me dejó aún más destrozada.
—Buenos días, amiga. ¿Cómo estás? —Meli entró a la cocina y sostuvo mi rostro entre sus manos examinándome.
—Estoy hecha pedazos, Meli. El maquillaje es lo que esconde las ojeras. ¡Me siento tan cansada!
Oímos el intercomunicador sonar y Meli fue a atender mientras yo terminaba de darle el desayuno a Pedro. Estaba distraída mirando a mi pequeño, él era mi amor más grande y solo con mirarlo mi corazón se calmaba. Sabía que tendría fuerza para seguir adelante por él. Me miró con una hermosa sonrisa y esos ojos violeta brillantes, y mi pecho se llenó de amor.
—¡Tú eres el amor de mamá, muchachito! —le dije, y él aplaudió y me tiró un besito. Mi sonrisa se hizo más grande.
—Cata, es para ti —Meli venía de la puerta sosteniendo un arreglo enorme de tulipanes rojos.
Eran hermosos, estaban perfectamente dispuestos en un florero de cristal con un lazo rojo alrededor. Quedé maravillada con esas flores, nunca había recibido algo así, de hecho, nunca había recibido flores antes.
Puse a Pedro en el suelo y fui caminando hacia la sala sosteniendo su manita.
—Wow, son bellísimos, Cata. Ya me imagino quién los mandó. ¡No los vas a tirar, ¿verdad?! ¿Podemos dejarlos aquí en la sala? —Meli habló con ese modo suplicante que tenía de juntar las manos y abrir los ojos cuando quería algo.
—Claro que no los vamos a tirar, Meli. Las flores no tienen la culpa de nada. ¡Son realmente hermosas! ¿Tiene tarjeta? —Me imaginaba de quién venían, pero quería estar segura.
Mi amiga me entregó la tarjeta que estaba escrita con la caligrafía y firma de Alessandro:
"Mi amada Catarina,
Los tulipanes simbolizan el amor perfecto y tú eres mi amor perfecto, la mujer de mi vida y no existirá otra que pueda arrancarte de mi corazón. Soy un idiota. Cometí un error terrible y pasaré cada uno de mis días implorando tu perdón. Aunque me lleve toda la vida, no voy a desistir de ti.
Siempre tuyo, Alessandro"
Cuando terminé de leer la tarjeta, estaba llorando de nuevo. Melissa la tomó de mis manos y después de leerla me dio un abrazo.
—Es un cretino, Meli. No puede hacerme esto —dije llorosa en el hombro de mi amiga.
—Estoy bien, Sr. Mauricio, gracias.
—¡Excelente! Necesito que me acompañes a una reunión en la tarde y necesito que hagas la propuesta, aquí está el brief del cliente. Será aquí mismo en la empresa. Vamos a hacer una presentación del software de seguridad. Cliente nuevo e importante. Martínez recomendó que me acompañes —Mi jefe habló muy entusiasmado.
—Qué bueno, señor. Voy a preparar la propuesta y se la envío. Solo avíseme cuando tengamos que ir —respondí con una sonrisa.
Era hora de ocuparme de mi nuevo trabajo que era relativamente simple. Algunos colegas vinieron a hablar conmigo y Virginia me jaló para un cafecito. Fui muy bien recibida en Lince Mundi, no imaginé que sería así, tan simple y tan cálido.
La mañana pasó volando, hice la propuesta que dejó a mi jefe muy feliz con mi trabajo diciendo lo competente que era. Me puse muy contenta con el elogio. Fui a almorzar con los colegas del departamento y todos eran divertidos, especialmente Virginia que rápidamente ya era una amiga, pero extrañaba a Rick.
Pronto mi jefe me llamó para la reunión. Entramos al elevador y fuimos hablando sobre el software. Lince era una empresa de tecnología, especializada en sistemas corporativos.
Este software que íbamos a presentar era una novedad en el mercado y simplemente conectaba toda la empresa, de modo que si un departamento tenía alguna inconsistencia, se reflejaba en los otros y pronto el administrador lo sabría y corregiría el problema antes de que se convirtiera en una bola de nieve. Era más complejo que eso, pero en líneas generales funcionaba así, era como una auditoría constante sin brechas para fallas. Me encontré pensando que Alessandro necesitaba uno de estos en su empresa, evitaría el problema que tiene ahora. Uff, pero eso ya no era asunto mío.
Mi jefe sostuvo la puerta de la sala de reuniones para que entrara y cuando pasé me encontré cara a cara con él, Alessandro.

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