Cuando llegamos a la puerta del bar vimos a Virginia ya de pie en la entrada abrazada a un chico alto y fuerte, que por el color del cabello solo podía ser su hermano.
—¡Wow! ¡Pero están espectaculares! Por favor, necesito saber dónde compraron esos vestidos —dijo Virginia saludándonos.
—Ah, tienes que venir con nosotras a esa tienda Vi, hay cada cosa espectacular allí —respondió Melissa y yo ya me imaginaba mi cuenta bancaria en ceros.
—Chicas, este es mi hermano Levy. Es socio del bar y nos reservó una mesa increíble.
—Bienvenidas a "Limón, tequila y sal". Es una verdadera lástima no poder sentarme con ustedes, pero me gustaría tener el placer de bailar con esta hermosa señorita —dijo Levy besando mi mano.
Levy era un hombre muy apuesto, con los mismos ojos de Virginia. Nos recibió con mucha simpatía y nos condujo a una mesa justo frente a la pista de baile y en el otro extremo una banda maravillosa tocaba ritmos latinos.
El lugar era hermoso y enorme. Tenía paredes verde oscuro con apliques en alto relieve en dorado envejecido, muchas lámparas retro de los más variados modelos colgando del techo con luces amarillas no muy fuertes que le daban un aspecto más acogedor al lugar, una pista de baile enorme justo en el centro del salón y muchas mesas. Al costado de la entrada había un jardín de invierno donde armaron un lounge con sofás coloridos de estilo clásico vintage, banquetas de cuero y mesas bajas de hierro forjado, en el lado opuesto había una barra de bar enorme, de madera oscura trabajada, que ocupaba todo el lateral, con bancos altos de madera y detrás de la barra enormes estantes de madera exhibían todo tipo de bebidas, copas y vasos, todo arreglado de una manera increíblemente armoniosa y los bartenders servían bebidas variadas con malabares extravagantes. También tenía un mezanine donde había mesas y que rodeaba todo el salón, y la escalera de acceso quedaba detrás de donde nos sentamos. Yo estaba encantada con el lugar, era hermoso, ricamente adornado y animado.
—Pero miren nada más, las empleadas más hermosas de mi empresa reunidas —dijo Heitor cuando llegó, galante como siempre, acompañado de Samantha que estaba deslumbrante en el vestido dorado que él compró en la tienda donde ella trabajaba diciendo que era para una amiga. Claro que el pícaro ya le había echado el ojo.
—¡Aaaaah, Sam! ¡Qué bueno verte! —Melissa fue directo a abrazar a Samantha y presentarla a Fernando y Virginia.
No tardó mucho y llegaron Rick y su esposa Tais y el grupo estaba completo. Nos saludamos y Mel ya nos arrastró a la pista de baile, dejando a los chicos solos en la mesa, pues la banda comenzó a tocar una música muy animada.
Ya llevábamos al menos media hora en la pista cuando decidimos volver a la mesa y tomar algo, pero Levy tocó mi brazo suavemente y me dijo gentilmente al oído:
—Baila esta canción conmigo, linda Catarina.
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