"Alessandro"
Estaba impactado con todo lo que Doña Margarida ya había contado, pero ella no paraba de hablar y con cada nueva revelación me horrorizaba aún más con las cosas que sucedían bajo mis narices y no percibía.
— ¿Sabes esos detectives que contrataste para buscar a una chica? —preguntó y yo asentí—. Pues bien, me dio curiosidad, porque los veía a todos cuchicheando con Celeste cuando iban a verte. Al último lo vi un día con Junqueira y Celeste en esa cafetería pequeñita que está cerca de la oficina. Soy amiga de la dueña y siempre voy allí. Solo escuché a Junqueira decir que estaba muy satisfecho con su servicio, pero yo te había escuchado hablar con Patricio que él no había descubierto nada y que había dicho que era imposible encontrar a la tal muchacha, entonces ¿cómo podía estar satisfecho?
¡Dios mío, Doña Margarida era una bomba! Sabía demasiado y tenía respuestas para muchas preguntas. ¡Esta conversación llevaría horas! Necesitaba tomar aire y avisar a Catarina que no regresaría a su casa. Pedí que esperaran un momento y fui al jardín a hacer la llamada.
— Sr. Mellendez. Estoy siendo generosa, aprovéchelo —sonreí con su insinuación.
— Mi ángel —sentí que mis ojos ardían y aclaré la garganta para continuar hablando—, no voy a poder verte hoy otra vez.
— ¿Está todo bien, Alessandro? —pude sentir la preocupación en su voz.
— Sí. Pero es mucha información y muchas cosas que no esperaba.
— Está bien. Ve a trabajar. Después hablamos.
Nos despedimos y colgué el teléfono. Cuando me di vuelta vi a Patricio, quien puso su mano en mi hombro diciendo:
— Vamos a enfrentar todo juntos y moveremos el mundo si es necesario para hacer justicia.
Asentí y volvimos a la sala. Doña Margarida hablaba como si hiciera un monólogo, cada información que había escuchado y guardado porque no tenía idea de su importancia me dejaba impactado. Sabía muchas cosas y sabía en quién confiar, nos dio una lista de nombres de meseros, personal de limpieza, secretarias y varios empleados que eran de confianza y de los que no lo eran. A los de confianza los traeríamos a nuestro lado y les pediríamos información. Los otros serían despedidos discretamente.
Durante las siguientes horas, Doña Margarida fue como una telenovela en vivo para nosotros. Tenía una memoria absurdamente buena y conocía a cada uno en la empresa como yo nunca imaginé.
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