"Patricio"
La noche fue realmente muy divertida, a pesar de la molestia que fue encontrarnos con esos tres, pero Melissa resolvió la situación y todo aún se volvió una gran broma. Pero estaba muy feliz de poder llevar a mi novia a casa.
—¡Finalmente eres solo mía, mi dulce! —La tomé en un abrazo después de cerrar la puerta de casa.
—Qué egoísta, ¿no puedes compartirme un poquito? —Sonrió, pasando los brazos por mi cuello.
—Lo que más hice en los últimos días fue compartirte, pero ahora, te quiero solo para mí. —Le di un beso en el cuello.
—¡Qué codicioso! —Inclinó la cabeza a un lado para que continuara besando su cuello.
—¿Cómo te sientes? —Quería saber si estaba bien o si aún sentía alguna molestia por los medicamentos que estaba tomando.
—Estoy bien. Necesitando un baño. Y tomar mis medicamentos.
—¿Un baño? ¡Qué buena idea! Los medicamentos están en el cuarto, le pedí a Wanda que dejara todo arreglado. —Expliqué, pues tan pronto los padres decidieron irse yo mismo tomé todas las cosas de Lisandra en casa de Flavio y se las entregué a Wanda en mi casa.
—Sabes, necesito regresar a casa. Ya hace días que no aparezco por ahí. —Habló mientras subíamos las escaleras abrazados.
—Después vemos eso. —No quería que regresara al apartamento, quería que se quedara conmigo.
En el cuarto, fue hasta la mesita de noche y tomó los medicamentos. Esperé y después la llevé al baño, se recogió el cabello en un moño y le quité la ropa y después la mía, luego la llevé a la ducha. Abrí la llave y el agua cayó de la regadera, tibia y agradable. Jalé a Lisandra debajo de ella, con cuidado de no mojar su cabello. Cerró los ojos sintiendo el agua y aproveché para besarla.
Correspondió el beso y jaló mi cuerpo contra el suyo. ¡Era irresistible! La volteé y la recosté contra la pared, mientras el agua caía toqué su cuerpo. Mientras miraba sus ojos, mis manos se llenaron con sus senos y los apreté gentilmente, escuchándola gemir. Entonces bajé la cabeza y me deleité con ellos en mi boca. Sus gemidos bajos eran una invitación para que continuara.
Deslicé una mano por su cuerpo sinuoso, mientras la otra sostenía su seno y apretaba sus pezones. Encontré su intimidad y jadeó. Mis dedos encontraron el camino hasta su clítoris y gimió y sostuvo mi cabeza con las manos ansiosas. La masajeé ahí, yendo y viniendo, con suavidad. Y mientras más jugaba en su intimidad, más ansiosa parecía ponerse. Sus gemidos aumentaban y eran casi una orden para que le diera más.
Deslicé mis dedos hacia su abertura y dejé que entraran por ella, primero uno, después el otro, y estaba entregada, anhelando más, así como yo.

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