La Danza del Despertar romance Capítulo 100

—Eso entonces sería “tarde”, ¿no?

—Pablo… —Raimundo frunció el ceño, su voz sonó cortante—. ¿Es el primo de Jaime?

—Sí, y además, ese muchacho es un genio con los pinceles —respondió Rosa con un tono sarcástico—. Dicen que se toma muy en serio la exposición de este año, y que tanto aquí como afuera están esperando su muestra. Quién diría que justo él usaría el perfil de la señorita Galindo para el cartel de lanzamiento.

Raimundo no dijo nada, solo clavó la mirada en la pantalla del celular.

¿Cuándo Vanesa conoció a Pablo? ¿Qué clase de relación tienen? Nunca antes la había oído mencionar a ese tipo.

—Rai, ¿y si la señorita Galindo se fue de Maralinda justo para ir a Puerto San Sebastián a ver a Pablo? —la voz de Rosa se fue llenando de emoción—. Si lo piensas bien, el que de verdad le importa no es Jaime, sino ese artista.

—Ya basta —soltó Raimundo, con un tono seco—. Deja de inventar cosas.

Rosa torció la boca, sin molestarse en disimular su molestia.

—Los hechos están claros, ¿cómo que invento? Si la señorita Galindo y Pablo no tuvieran nada, ¿por qué él pondría su retrato así de grande en el cartel principal?

Raimundo, fastidiado, jaló el nudo de su corbata.

—¡Rai! Ya con esto, ¿todavía piensas seguir aferrado a Vanesa?

—¡Rosi! —el tono de Raimundo sonó como una advertencia—. Ya te lo he dicho, Vane es mi esposa. Es cierto que esta vez se pasó, y sí estoy enojado, pero tengo claro lo que siente por mí. Ella no va a dejarme así como así.

—Tú…

Rosa apretó los puños, a punto de perder el control. Ella esperaba verlo explotar, gritar, insultar a Vanesa, pero en vez de eso, seguía diciendo esas cosas. No sabía si Raimundo confiaba demasiado en Vanesa, o si simplemente era demasiado seguro de sí mismo.

Los ojos de Raimundo titilaron un instante. Recordó que pronto llevaría a Rosa a Puerto San Sebastián, y de pronto su voz se volvió más suave. La atrajo hacia él y la acomodó sobre sus piernas, murmurando con un tono insinuante: