—Ya lo decidí. Esta oportunidad es muy importante para mi carrera —afirmó Selena, sin dejar lugar a dudas.
Úrsula asintió, comprensiva.
—Está bien, hija. Yo me encargo de Fer. Tú ve tranquila.
Aunque le dolía separarse de su hijo, el Instituto de Salud Global ya le había ofrecido esa beca dos veces. Si la rechazaba de nuevo, sabía que no habría otra oportunidad. Además, la imagen de Adrián gritando el nombre de Jazmín con el alma desgarrada era un tormento del que necesitaba escapar.
En el aeropuerto, mientras esperaba su vuelo, Selena encendió el celular. Lo primero que vio fue una nueva publicación de Jazmín en Instagram. Era la foto de una mano delicada, con una vía intravenosa en el dorso. El texto decía: «Ni te debo, ni me debes».
Selena sabía que detrás de esa frase se escondía una historia que ella nunca conocería del todo.
Poco después, Jazmín publicó otra foto, esta vez con una vista desde la ventana de un hospital. «Una nueva oportunidad. Contigo a mi lado, después de la tormenta siempre sale el arcoíris».
La sangre en las venas de Selena pareció congelarse.
Se preguntó qué habría pasado si esa noche, cuatro años atrás en aquella fiesta, no hubiera terminado en la cama de Adrián. Si no hubiera quedado embarazada, ¿el lugar de la señora Rojas le pertenecería por derecho a Jazmín?
Sintió que le había robado la felicidad a su prima. La tormenta se sentía como una señal del destino, un recordatorio de que era hora de devolver lo que no le correspondía.
Subió al avión y apagó el celular, dejando todo atrás.
...
En la ciudad, Adrián, a bordo de su Bentley, intentó llamar a su esposa.
«El número que usted marcó se encuentra apagado».
Frunció el ceño y volvió a intentarlo, pero solo escuchó la misma voz mecánica. Resignado, llamó a su madre.
—Mamá, ¿Selena está contigo? Necesito hablar con ella.
—¿No te dijo nada? —respondió Úrsula, sorprendida—. Su vuelo a Estados Unidos salió a las siete y media.
Adrián se quedó helado.
—¿Se fue del país?
—Sí, recibió una invitación del Instituto de Salud Global para un curso intensivo de diez meses. ¿No lo sabías?
Una sombra de fastidio cruzó por el rostro de Adrián.
—Siempre hace lo mismo. Toma decisiones sin consultarme.
—Pues llámala y pregúntale —sugirió Úrsula.
—No hace falta —dijo él, con un tono cortante, y colgó.
...
En cuanto el avión de Selena aterrizó en Estados Unidos, recibió un mensaje. Era de Jazmín.
[Prima, no me esperaba que me diera respiración boca a boca, de verdad, perdón… Espero que no te haya molestado.]
—El señor se lo llevó a cenar al restaurante «El Festín».
Selena subió a su habitación, se cambió de ropa y condujo hasta el restaurante. Dejó el carro con el valet parking y, con el regalo de su hijo en la mano, subió de prisa hacia los privados del segundo piso.
Al acercarse al que estaba al fondo a la izquierda, escuchó la voz de un niño llamando a su mamá. Era Fer, sin duda. Una sonrisa se dibujó en su rostro y se dispuso a abrir la puerta, pero una voz femenina la detuvo en seco.
—¡Ay, qué bien! Cada vez pronuncia mejor. A ver, dilo otra vez, mi amor.
Era una voz dulce, pero lo que dijo a continuación la dejó paralizada.
—Adri, este niño es idéntico a ti. Vi tus fotos de chiquito y son como dos gotas de agua.
Adrián respondió con una risa suave.
—¿Y dónde viste esas fotos?
—Me las enseñó tu abuela —dijo la mujer con un tono coqueto—. Vi todas, desde que eras un bebé hasta ahora.
—Bueno, para la próxima no las veas a escondidas. Pídemelas a mí directamente —replicó él, con un tono que a Selena le pareció íntimo y consentidor.
La mano de Selena se retiró de la puerta como si hubiera tocado fuego. A través de la rendija, vio cómo unas manos delgadas y blancas abrazaban a su hijo.
—Adri, déjame encargarme de la comida del niño. Mira estos bracitos, parecen de tamal. ¡Y la mitad de eso es gracias a mí! —dijo la voz femenina, llena de orgullo.
A Selena le faltó el aire. Era su prima, Jazmín.

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