Tal como esperaba Ariadna, cuando el auto se detuvo en la mansión, Cintia no los siguió hasta la casa; en su lugar, le hizo una seña a Alfredo.
-Ha surgido algo en la oficina, pero Poli está muy ebrio, así que iré en su nombre. Cuídalo bien por mí.
-Sí, señora Sandoval -respondió él antes de ayudar a Hipólito a entrar a la casa.
Ver a Cintia descender por la colina apresuradamente solo hizo que Ariadna sospechara más que nunca. Sin dudarlo, fingió haber recibido una llamada y respondió a su teléfono.
—¿Qué? ¿Tengo que buscar el horario ahora? Bien, no tengo elección, ¿verdad? Iré a la oficina de Grupo Navarro ahora.
Ariadna fingió entonces fruncir el ceño con fastidio y se dirigió hacia Alfredo.
-Tengo que dirigirme hacia la sede de Grupo Navarro ahora, volveré a casa más tarde.
—Es tarde, señorita Ariadna. ¿Por qué no toma uno de los autos de la familia?
Ella rechazó su ofrecimiento con un gesto de mano.
-No te preocupes, la empresa va a mandar un auto y no puedo rechazarlo.
—De acuerdo entonces, por favor, cuídese. Si necesita que la recoja un auto, dígamelo y le enviaré uno.
Ella sonrió agradecida por la consideración de Alfredo.
-Gracias, Alfredo. Ahora bajaré la colina.
—Muy bien, señorita Ariadna. Tenga cuidado en su camino.
Soledad, quien había estado observando desde un lado, puso los ojos en blanco con exasperación.
—¿Cuál es el problema? —murmuró enfadada—. Es solo un contrato de embajadora de la marca con café Ocaso.
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