Si Cintia tenía el descaro de desviar tanta cantidad de dinero de Hipólito sin que él lo supiera, eso solo demostraba lo poco que le importaba. Ariadna siempre había creído que lo de su padre y Cintia era amor verdadero, sino ¿por qué otra razón habría hecho Cintia algo tan ordinario como casarse con el esposo de su hermana? Sin embargo, por cómo iban las cosas en ese momento, Ariadna podía darse cuenta de que su tía tramaba algo; tal vez, Hipólito era un títere en sus manos. Una vez que llegara al fondo del asunto y expusiera la verdad, no dudaba de que Cintia y su padre se pelearían. Solo pasaron un par de minutos después de la última llamada cuando Alicia volvió a llamar.
-¿Has averiguado tan rápido? -preguntó Ariadna sorprendida.
—No, hay algo que olvidé decirle.
—¿Qué es?
—Alguien de aquí la ha estado investigando recientemente, estuvieron a punto de descubrir su empresa, pero conseguí frenar su plan.
-¿Investigándome? -preguntó Ariadna preocupada-, ¿Es Cintia?
-No, he rastreado la búsqueda y me he dado cuenta de que la otra parte ni siquiera cubría sus rastreos; es Hernán Juárez, el presidente ejecutivo de Grupo Jumbo.
—¿Hernán Juárez? Creo que no lo conozco... —murmuró Ariadna—. De todas formas, no dejes que descubra mi identidad, no puedo arriesgarme a que me descubran ahora.
-¡Perfecto!
Tras la llamada, Ariadna volvió a intentar recordar si se había cruzado con un tal Hernán Juárez en su vida. Por mucho que lo intentaba, el nombre no le sonaba en absoluto; sin embargo, aún había una posibilidad de que Cintia lo hubiera enviado a hacer el trabajo sucio. «No, espera. Alicia mencionó que Hernán es el presidente ejecutivo de Grupo Jumbo, una empresa tecnológica de renombre mundial; es imposible que Cintia consiga que un hombre como él esté a su disposición. Así que la pregunta es ¿por qué me está investigando?»
Frustrada por la falta de respuestas, decidió tomarse un respiro; confiaba en que su verdadera identidad estaría a salvo, dado que había gastado mucho dinero y esfuerzo en ocultarla. Si alguien intentaba hacerlo, lo único que podría descubrir sería la identidad falsa de Ariadna como la joven que creció en el campo. Sin embargo, el hecho de que alguien había conseguido localizarla en el extranjero seguía siendo motivo de preocupación.
De vuelta en la sala de estar, Cintia al final recibió la llamada de Matías y, al no querer atraer las sospechas de Hipólito, se dirigió a un rincón antes de contestar su teléfono.
-¿Hola? -susurró sutilmente-. ¿Ya has vuelto?
Distrito Jade. Durante la cena, Ariadna se dio cuenta de que Cintia no dejaba de llenarlo con vino. «¿Qué está tramando?» A pesar de sus sospechas, Ariadna mantuvo una mirada seria y fingió no haber notado nada raro. Hipólito, por su parte, estaba felizmente ajeno a las intenciones de su esposa, disfrutaba del día con su familia y bebía una copa de vino tras otra. Tras varias copas seguidas, no tardó en embriagarse y empezó a decir tonterías.
-¡Más vale que todos tengan cuidado! Lo que más detesto es la gente que me traiciona; si alguna de ustedes se atreve a hacerlo, juro que las despellejaré vivas.
El repentino exabrupto de Hipólito asustó a Cintia y al mismo tiempo sintió culpa en su interior, lo sostuvo porque estaba mareado y a la vez le dijo con delicadeza:
-Vamos a casa, has bebido demasiado y además se hace tarde. Las niñas también tienen trabajo mañana.
-¡Ah, claro! Hay que hacer películas y ganar dinero, vamos a casa ahora mismo.
Él estaba muy emocionado mientras se dirigía al auto, pero una vez que entró, cayó enseguida en un sueño profundo. Con su padre muy dormido, Ariadna también cerró los ojos y fingió dormir. Durante el viaje de vuelta a la casa, echó varias miradas a Cintia y se dio cuenta de que había estado todo el tiempo con su teléfono, ocupada y respondiendo mensajes. «Cintia está tramando algo».

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