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La Exterminadora de Mosquitas Muertas romance Capítulo 1

El día de su boda, le pusieron los cuernos.

—¡Estela, cómo pudiste ser tan baja!

Estela Miranda se quedó paralizada, sin poder apartar la vista de las fotos vergonzosas que se proyectaban en la pantalla gigante. Antes de que pudiera reaccionar, su prometido, Fernando Cuevas, le soltó una bofetada que resonó en todo el salón.

Su hermana por parte de padre, Beatriz Miranda, fingía llorar desconsolada mientras se acercaba a ella.

—Hermana, Fer es tan bueno contigo, ¿cómo pudiste no valorarlo?

En la mente de Estela, algo hizo explosión.

Ese día debía ser el más feliz de su vida. Era el día de su boda con Fernando. Sin embargo, apenas puso un pie en el salón de la fiesta, lo primero que vio fue a su prometido abrazando a Beatriz, demasiado cerca, demasiado familiar.

No pudo contener su enojo y se acercó a reclamarles, pero justo en ese momento, la pantalla comenzó a mostrar en bucle fotos supuestamente comprometedoras de ella con diferentes hombres.

La reacción de los invitados no tardó en hacerse escuchar.

—Qué descarada, mira que andar con tantos tipos. Ni cómo compararla con la pureza de la señorita Beatriz.

—Quién iba a pensar que Estela era así de... suelta. Si hasta parece una provinciana sin educación.

—Ahora que señor Cuevas ya no la quiere, ¿qué pasará con la boda?

Su padre, Luciano Miranda, se acomodó la corbata y, fingiendo dignidad, alzó la voz.

—La boda es un asunto importante para ambas familias, no se puede cancelar. Así que he decidido que Beatriz tomará el lugar de Estela y se casará con el señor Cuevas.

Del lado de la familia Cuevas, Gustavo, el padre de Fernando, asintió con la cara tensa.

—No queda de otra. La familia Cuevas jamás aceptaría a una mujer sin vergüenza como nuera.

Estela, temblando de rabia, recorrió con la mirada a todos los presentes.

Así que ese era el plan.

Mientras ella siguiera siendo la prometida de Fernando, Beatriz siempre sería la otra. Por eso había que destruirla, así de simple.

La familia Miranda la había usado todo ese tiempo, viviendo de la herencia que su madre le dejó, manteniendo a la hija y amante del padre. Y Fernando, que le debía la vida, había usado su dinero para fundar su empresa y volverse el nuevo rico de San Ángel del Norte.

¿Y ahora querían deshacerse de ella como si nada?

Antes de que acabara la frase, Beatriz se desmayó hacia atrás, el rostro pálido, y murmuró con voz débil:

—Me duele el corazón… Fer, ¿será que me voy a morir? No culpes a mi hermana, yo tengo la culpa…

Fernando, fuera de sí, sujetó la cabeza de Estela y la golpeó con fuerza contra la baranda.

—¡Sabías que Bea padece del corazón y aun así la insultaste! Para que te enteres, Bea y yo nos amamos desde hace mucho. ¡La tercera en discordia aquí eres tú!

—Si a Bea le pasa algo, no te lo voy a perdonar jamás.

El dolor en la sien de Estela era como hielo que se colaba por todo su cuerpo, paralizándola.

Fernando ya se había ido, cargando a Beatriz en brazos, mientras los invitados no dejaban de señalarla y murmurar.

Con los ojos cerrados, Estela sintió cómo su dignidad se desmoronaba. Había sido demasiado ingenua estos años; mientras Fernando la entretenía para que le transfiriera sus acciones, él y Beatriz tramaban todo a sus espaldas. ¿Por qué permitir que esa pareja de traidores se saliera con la suya?

Si tan enamorados están, pensó, entonces les voy a dar un regalo que no olvidarán jamás.

...

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