La historia de la ropa interior era pura invención. Aquella vez que Aurora sufrió quemaduras por el frío y una fiebre alta fue porque la obligaron a arrodillarse un día y una noche entera fuera de la familia Narváez.
Elvira, con el rostro encendido de indignación, gritó:
—¡¿Cuándo te pedí que me lavaras...? —Sintió que la mirada de Paloma al otro lado de la habitación le perforaba la piel, y sus palabras se quedaron atoradas en su garganta.
¡Esa desgraciada! ¡Cómo se atreve a calumniarla!
—Si no crees en el estado de cuentas, entonces trae pruebas de lo que la familia Narváez ha gastado en mí. Si es cierto, te lo devolveré multiplicado por cien o mil veces —replicó Aurora con una voz firme, sin inmutarse.
Todos dirigieron la mirada hacia Elvira, quien temblaba sin poder presentar evidencia alguna, provocando murmullos de desaprobación.
—¿No tienes pruebas, verdad? —Aurora se acercó a Elvira—. Pues qué crees, yo sí tengo.
—Estas son mis nóminas del Hospital San Rafael del Cielo. Gano ocho mil pesos al mes, de los cuales siete mil quinientos van para ti. Además, aquí está el video de vigilancia del día que dejé la familia Narváez. Mónica me robó pertenencias y quiso insultarme con cinco mil pesos. Todo quedó grabado. Señora Narváez, ¿tiene algo que decir ahora?
Aurora reprodujo el video guardado en su celular, exponiendo todo lo ocurrido ante los presentes.
Elvira quedó atónita y miró a Aurora.
—¿De dónde sacaste el video de vigilancia?
—Eso no es algo que deba preocuparle, señora Narváez.
Aurora había anticipado que la familia Narváez intentaría algo así, por lo que hackeó el sistema de seguridad y guardó el video por si lo necesitaba. ¡Quién hubiera pensado que le sería útil tan pronto!
—¡Maldita! ¡Cómo te atreves a tratar así a mi hija! —Paloma, al ver el contenido del video, sintió un dolor en el pecho. Su preciosa hija había sufrido tanto. Ni descuartizar a Elvira aliviaría su furia.
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