Raúl Olmedo, el primer amor verdadero de Noelia Barrios, con quien terminó hace seis años, de repente regresó al país.
Y no volvió solo: trajo consigo a un niño de cinco años.
Raúl llevaba un mes sin pisar la casa, con la excusa de que andaba de viaje de trabajo.
Hoy era su tercer aniversario de bodas con Noelia.
Ella preparó una cena a la luz de las velas y un regalo especial. Le mandó un mensaje por WhatsApp para avisarle.
Pasaban de las nueve de la noche. Noelia seguía esperando a Raúl, pero el que llegó fue el timbrazo de su cuñada, Valentina Olmedo.
Valentina la llamó y le pidió que revisara los mensajes que le había mandado.
Noelia, con el corazón inquieto, colgó y abrió el chat de Valentina.
Apenas vio la primera imagen, la sonrisa se le congeló en la cara.
El plato que tenía en las manos cayó al piso con un estruendo seco. Los pedazos de cerámica saltaron y uno le cortó el tobillo, tiñendo su piel de rojo.
Pero Noelia ni siquiera se dio cuenta.
Valentina le había mandado capturas de las publicaciones que Raúl había subido: él había rentado toda la playa y estaba celebrando el cumpleaños del hijo que tuvo con su primer amor. Fuegos artificiales, mar, una fiesta privada.
Noelia, temblando, recogió el celular y fue abriendo una por una las imágenes: la arena, el yate, los fuegos artificiales, montones de rosas...
Y ahí estaba su esposo, abrazando a ese niño de unos cuatro o cinco años. La mano, con el anillo de matrimonio bien puesto, descansaba con descaro en la cintura de otra mujer.
Las fotos parecían sacadas de una revista: todo luz, todo romance, todo perfecto. El texto decía: [Pastel de arándanos hecho por mí, para los que más amo.]
Hasta a través de la pantalla se sentía el derroche de cariño.
El cerebro de Noelia hizo cortocircuito. Todo se le nubló.
Torpe, abrió el perfil de Raúl.
No había nada.
Abrió la boca, buscando palabras, pero no salió ni un suspiro.
No supo en qué momento su esposo la bloqueó de sus publicaciones.
Las capturas, una tras otra, terminaron por destrozar la última esperanza que le quedaba.
Noelia, sin resignarse, llamó a Raúl.
No contestó. Volvió a marcar.
A la tercera vez que le rechazó la llamada, Raúl le mandó un mensaje.
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