Esa sensación de estar partida por dentro.
Qué difícil de soportar.
...
Esa noche, Raúl de nuevo no regresó a casa.
Durante los tres días siguientes, Noelia se quedó en el hospital cuidando a su madre.
En ese tiempo, Raúl no le hizo ni una sola llamada, tampoco le mandó un mensaje.
Cuando la salud de su madre por fin se estabilizó, su papá le pidió que regresara a casa para descansar un poco.
Ya era de noche.
Noelia, medio dormida, escuchó cómo se abría la puerta de la habitación.
Luego, se oyeron los chorros de agua cayendo en el baño.
Poco después, sintió que el lado de la cama se hundía a su lado, el aroma fresco del gel de baño masculino la hizo despertar un poco.
Cuando se dio cuenta, ya estaba en los brazos de Raúl.
Después de más de un mes, por fin había decidido regresar.
Seguramente, en este tiempo, él y esa otra familia habían estado viviendo felices.
Raúl notó la tensión en el cuerpo de Noelia y supo que no estaba dormida.
El brazo que tenía enredado en la cintura de Noelia se apretó más, luego la giró para ponerla de frente a él.
Un beso cargado de deseo cayó en la parte más sensible de su cuello; debajo de la cobija, la mano de Raúl, hábil, le bajó el tirante de la pijama.
En tres años de matrimonio, sólo en la cama Raúl le mostraba ese lado tan apasionado y supuestamente tierno.
Cada vez que lo veía perder el control sobre su propio deseo, Noelia se engañaba, pensando que tal vez él también la amaba.
Por instinto, Noelia sujetó la mano de Raúl, esa que recorría su cuerpo sin límites, y por primera vez le dijo:
—No quiero.
Su voz, ronca de tanto llorar, llegó a los oídos de Raúl, quien pensó que era por la emoción, así que la besó con más intensidad.
Raúl conocía cada rincón del cuerpo de Noelia; la provocaba a propósito, y ella simplemente no podía resistirse.
Justo cuando Noelia estaba a punto de rendirse, imágenes llenas de belleza y romance pasaron por su cabeza: la playa, el yate, los fuegos artificiales, las rosas...
No hubo explicación, ni una pizca de remordimiento. Simplemente lo soltó, como si sólo estuviera informando algo sin importancia.
Noelia ignoró el vaso, se subió a la cama y respondió:
—No hace falta.
Así que sí se había acordado que hoy era su tercer aniversario de bodas.
Pero aun así, reservó toda una playa para pasarla con su primer amor, y acompañó a su hijo a lanzar fuegos artificiales durante toda la noche.
Desde el primer día que se casó con él, Noelia se encargó personalmente de todo lo que tenía que ver con Raúl, jamás le dejó tocar una sola tarea del hogar.
Pero él, en cambio, no dudó en preparar un pastel de arándanos para esa otra mujer y su hijo.
A pesar de haberle sido infiel, de tener un hijo de cinco años con la que fue su verdadero amor, todavía era capaz de buscarla a ella para lo más íntimo como si nada.
Y se plantaba frente a ella, diciendo las cosas más livianas, sin el menor peso en la conciencia.
Por primera vez, Noelia descubrió que el hombre al que amó por tantos años no era más que un hipócrita.
El silencio se apoderó de la habitación, la tensión se podía cortar con un cuchillo.
En ese momento, la pantalla del celular de Raúl se iluminó.

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