Diez minutos después, a la orilla de la avenida frente al hotel...
Elvira miraba la fila de carros negros de lujo y a los escoltas formados al pie del camino. Apretó con fuerza la manga de la camisa de Raúl, tan nerviosa que la voz apenas le salía.
—Raúl, ¿puedo ir contigo en el mismo carro? —susurró, casi temblando.
Noelia los miró, tan pegados el uno al otro que parecía que nada ni nadie podría separarlos. Sin decir palabra, se dio la vuelta y se alejó.
Valentina, que no le quitaba el ojo a la situación, tomó a Noelia del brazo y caminó rumbo a uno de los carros en la parte trasera.
—Súbete conmigo, Noelia. Vámonos juntas —insistió, sin soltarla.
Raúl, sin mostrar ninguna emoción, apartó la mano de Elvira y en dos pasos alcanzó a Noelia, sujetándola de la muñeca con firmeza.
Elvira se quedó parada, el miedo apretándole el pecho y la mirada clavada en el piso. Dio un par de pasos hacia ellos y, titubeante, se atrevió a preguntar:
—Raúl, necesito platicar algo contigo. ¿Podemos hablar a solas, aunque sea un momento?
La familia Olmedo, esos viejos que parecían no morir nunca, siempre tenían métodos retorcidos y crueles. Esa noche, el abuelo la había mandado llamar por nombre propio. Nada bueno podía salir de eso.
Pero, al mismo tiempo, no le venía mal que todo se hiciera público. Ahora todos sabían de su relación con Raúl. Mientras él la protegiera, quería ver de qué eran capaces esos viejos de la familia Olmedo.
Raúl miró a Noelia, luego le contestó a Elvira, con un tono que no permitía discusión:
—Mientras yo esté aquí, no tienes nada de qué preocuparte.
El mayordomo abrió la puerta de uno de los carros que esperaba al fondo.
—Señorita Elvira, su carro la está esperando.
Elvira no tuvo más remedio que subir, tragándose el orgullo y la rabia.
Valentina no pudo evitar soltar un —¡Puaj!— de desdén.
—Mira nada más, a ver cómo te va cuando mi abuelo te ponga en tu lugar.
Se giró hacia Raúl, desafiante.
—Y no me mires así. Mi mamá me dijo que si era necesario te diera una buena tunda, así que lo que me falta de golpes te los tengo guardados.
Después de dejar su amenaza en el aire, jaló a Noelia para alejarla.
Raúl no la soltó. Sujetó aún más fuerte la mano de Noelia y, sin levantar la voz, advirtió:
—Vete a tu carro, Valentina. Tengo que hablar con Noelia.
Al ver el brillo de enfado en los ojos de Raúl, Valentina se achicó y se escondió detrás de Uriel.

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