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La Otra Mujer Ganó, Pero Yo Me Llevé Todo romance Capítulo 2

En las redes sociales, Elvira presumía su romance sin ningún reparo. Subía fotos y videos junto a Arturo, quien siempre le seguía el juego en todas sus ocurrencias para las fotos, y la miraba con esa ternura y devoción que solo se ve en las películas románticas.

En contraste, Cintia ni siquiera tenía una segunda foto con Arturo, aparte de la del acta de matrimonio. Mucho menos podía hablar de haber sentido alguna vez su cariño o su atención.

Arturo la trataba con desprecio, tan distante que no parecía su esposo. Solo mostraba un poco de pasión en la cama, pero en cuanto todo terminaba, era como si ella no existiera, indiferente y hasta molesto.

Cintia, en su ingenuidad, había creído alguna vez que el tiempo lo curaba todo. Pensaba que si ella se entregaba con el corazón, si se esforzaba lo suficiente, tarde o temprano lograría derretir el corazón de Arturo y ganarse su amor.

Pero la realidad se encargó de despertarla de ese sueño con una bofetada. Eso de enamorarse después de casarse solo pasaba en los libros, en la vida real, Arturo nunca la había amado.

Ya entrada la madrugada, los chismes explotaron en internet. Los rumores subieron como espuma y acapararon los titulares.

[El gran señor de la familia León sale por la noche con su exnovia. ¿Reconciliación a la vista?]

En la foto, justo en la puerta de un hotel, se veía a Elvira pegada al pecho de Arturo. Él sostenía un paraguas, pero dejaba su hombro izquierdo completamente expuesto a la lluvia. La forma en que la miraba, inclinando la cabeza con una expresión llena de cariño, era imposible de ignorar.

Parecían una pareja sacada de un cuento, perfectamente enamorados.

Cintia desvió la mirada, sintiendo el corazón hecho trizas.

Cuatro años de matrimonio. Todo se había convertido en una burla gigante.

De pronto, el celular sonó con un “ding” y apareció un mensaje de un número desconocido.

Cintia lo abrió y vio una foto de un estudio médico de embarazo.

En la parte del nombre decía: Elvira.

El mensaje adjunto decía: [El hijo de Arturo y mío]

Cintia se quedó mirando esas palabras hasta que todo se le puso borroso.

Cuatro años de casada y nunca había quedado embarazada. No era que no quisiera hijos, sino que Arturo siempre había sido tajante: él no quería niños.

Ahora, todo quedaba claro: él sí quería tener hijos, solo que no con ella.

Por eso Elvira había regresado justo ahora, para cuidar su embarazo.

El sudor frío le empapó la frente, la cara se le puso pálida y apenas podía caminar.

Jamás le había pasado algo así.

Un mal presentimiento la invadió. Rápida, buscó el celular y marcó a emergencias.

Llegaron en minutos y la trasladaron al hospital. Tras la revisión, la diagnosticaron con ruptura del cuerpo lúteo y le urgía una cirugía.

Había riesgos. Podía afectar su capacidad de tener hijos en el futuro. El hospital pidió la firma de un familiar. Cintia, sin más opción, llamó a Arturo.

El celular sonó dos veces antes de que él contestara.

—¿Qué pasa? —la voz de Arturo llegó, seca y cortante.

Cintia, demacrada y con la voz apenas audible, respondió:

—Estoy en el hospital, me van a operar. Necesito que vengas.

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