La pequeña indomable del CEO obsesivo romance Capítulo 2

Atenea suspiró aburrida ante las recomendaciones de sus padres mientras la despedían en el aeropuerto. Le recordaron la importancia de ser educada, evitar la grosería y mantener la compostura propia de una Volkova.

—Ate —su hermana se acercó disimuladamente para susurrarle algo al oído —metí todos tus juguetes favoritos y algunos preservativos, por si acaso —le dijo —si tu esposo no cumple, me llamas; allá tengo muchos amigos italianos, ¿de acuerdo?

—¡Eres la mejor, hermana! —la abrazó disimulando mientras sus padres las miraban con recelo —¿Las correas también están ahí? —le preguntó en un susurro.

—Por supuesto —se separó sonriente —todas tus prendas favoritas también.

—No se hagan las tontas, sé de qué están hablando —interrumpió su madre —Ya te lo dije, Atenea, debes...

—Sí, mamá, ya te escuché —rodó los ojos —ser educada, no armar escándalos y toda esa tontería de ser una noble respetable.

—Escucha a tu madre, Ate —su padre se acercó y la abrazó —Cuídate y, por favor, te lo ruego, compórtate con los Rizzo. Vas a sobrevivir.

—Oh, por supuesto que sí —asintió como niña buena —no se preocupen, haré lo mejor que pueda para llevarme bien con mi futuro esposo.

Los escoltas comienzan a cargar su numeroso equipaje en el avión privado, reflejo del estatus de princesa millonaria que ostenta. Está lista para embarcarse en su nuevo viaje lleno de aventuras, o como ella lo llama, "maldades".

Antes de abordar, se despide con un último abrazo de sus padres y su hermana. Sin embargo, un chillido familiar resuena a lo lejos, deteniéndola en seco.

—¡Ate! —un grito agitado la hace voltear, y una chica corriendo en finos tacones la deja asombrada —¡Espera, Ate!.

—¿¡Leyla!? —se frota los ojos incrédula —¿¡Eres realmente tú!?.

La chica de cabello corto y liso detiene su carrera en tacones, quedándose de pie frente a Atenea, quien la observa como si fuera un ser de otro planeta invadiendo su tranquilo espacio.

—¿Pensabas dejarme aquí? —cuestiona, recuperando el aliento mientras dos hombres llegan detrás con su equipaje —. Si vas al infierno, yo... maldición, espera, tomo un poco más de aire —se abanica con la mano antes de continuar —. Si vas al infierno, yo voy contigo —concluye finalmente.

Atenea se lanza sobre ella, abrazándola mientras besa su rostro, arruinando un poco su perfecto maquillaje.

—¡Eres todo lo que está bien, Layla! —chilla de alegría —¿Tus padres te dejaron venir conmigo? Pensé que tendría que soportar todo esto sola.

—Tuve que usar mis artimañas durante dos días —le guiña un ojo —no voy a dejar escapar la oportunidad de conocer a esos ricos italianos.

—Te has comido a más de uno aparte de tu asqueroso novio.

—Ex novio —le corrige orgullosa.

—En hora buena.

—Ejem —su padre se aclara la garganta —seguimos aquí.

—Layla, muchas gracias por estar siempre con mi hija —dice la mujer, tomando sus manos —cuida de ella, y hazla entrar en razón, por favor.

—No se preocupe, señora, haré todo lo que esté en mis manos.

—No hay quien te crea eso —masculla Cayetana —ambas son iguales, mamá, no le creas.

Después de una breve discusión sobre quién era mejor y quién peor, Atenea y su amiga se embarcaron en el avión rumbo a Roma. Ambas son inseparables desde la infancia; estudiaron juntas y sus padres son buenos amigos.

Aunque Layla es dos años mayor que Atenea, comparten el mismo temperamento alocado y despreocupado, típico de niñas mimadas.

***

El vuelo apenas tardó tres horas y media en llegar a su destino. Atenea desciende del avión, tomada del brazo de su amiga, acomodándose los lentes de sol mientras esta sonríe ampliamente.

—Benvenuta, principessa —le dice Layla emocionada —¿Qué te parece? ¿No es hermoso?.

—Qué exagerada eres; hemos venido más de una vez a Roma —musita mientras avanzan. Se detienen al ver un auto estacionado justo en frente de ellas, con varios hombres esperando.

—¿Y estos quiénes son? —pregunta su amiga.

—No tengo idea —responde ella.

—Señoritas —un hombre de más edad se acerca —. Me presento, soy Martín, mayordomo de los Rizzo; he venido para recibirlas.

—Oh, mucho gusto, soy Layla, la mejor amiga de la novia —se presenta la pelirroja, tendiendo su mano, la cual el hombre recibe con cortesía.

—Y yo soy Atenea Volkova —tiende su mano derecha; el hombre la recibe dándole un beso en el dorso.

—Lamento decirle que el señor no pudo venir a recibirla personalmente ya que se encuentra atendiendo asuntos importantes —informa, desconcertando a Atenea.

—¿Disculpe? No entiendo; yo no espero a nadie —aclara, dejando al hombre ofuscado.

—Eh... me refiero a su prometido, señorita; no pudo venir a recibirla —repite. Atenea intercambia miradas con su amiga antes de centrarse nuevamente en Martín.

—Le repito, no espero la bienvenida de mi prometido, ni siquiera recuerdo su nombre —contesta determinadamente —. Le agradezco su amabilidad; mis hombres se harán cargo de nuestro equipaje.

—Como guste.

Del avión descienden los escoltas de Atenea, cada uno llevando una maleta, otros cargando los bolsos de ambas. Finalmente, baja una mujer de edad similar a Martín, la sirvienta personal de Atenea.

Capítulo 2 Su otra mujer 1

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