La pequeña indomable del CEO obsesivo romance Capítulo 3

—Definitivamente nos vamos a largar de regreso, Atenea —su amiga la mira mientras los hombres colocan el equipaje en la habitación— ¿Quieres seguir con esto? Mira a esa mujer de hace un momento, ¿Es su mujer? Por el amor de Dios.

—Vamos, Layla, me duele la cabeza —se queja haciendo una mueca— ¿Qué más puedo hacer? El contrato entre las familias ya se ha firmado. Solo quiero poner fin a todo este tormento de una vez por todas.

—¿Vas a soportar a esa mujer de hace un momento? Estoy segura de que ese tal Valentín o Valentino, como se llame, está haciendo todo esto a propósito.

—Me tiene sin cuidado —se encoge de hombros.

—¿Por qué lo tomas tan fácil? ¿No te importa en absoluto que tenga otra mujer?.

—Oye, ¿Por qué debería importarme un completo extraño? Eso no es asunto mío; ella seguramente fue su novia antes de que yo llegara —se frota las sienes con frustración—. Además, es mejor para mí que haya otra mujer para que le caliente la cama, porque por mi parte no recibirá ese tipo de atención.

—No me digas que te vas a quedar sin hacerlo durante todo un año, eso ya es extremo.

—Siempre tengo mis recursos, y lo sabes.

—Bien, dejemos esta conversación hasta aquí; siento mucho coraje ahora mismo —rebusca el teléfono que vibra en el interior de su bolso—. Es hora de que me vaya, Ate; hablamos en la noche. Tengo que instalarme.

—No olvides enviarme la dirección del lugar —la despide con un beso en la mejilla—. Usa protección.

—Lo haré.

Atenea suelta un suspiro cansado al quedarse sola en el pasillo, observando la espalda de su amiga mientras se marcha. Los escoltas terminan de subir el equipaje y luego son guiados por unas sirvientas al lugar donde deben hospedarse. Al entrar a su habitación, encuentra a su sirvienta personal, o más bien, su niñera, desempacando algunas cosas.

—Deberías dejarlo así, nana; las otras criadas se encargarán de ese trabajo —le dice, dejándose caer de espaldas en la cama—. Tómate un descanso por hoy.

—Estaba por prepararte un baño, te ves bastante cansada —responde, sentándose a su lado— ¿Te encuentras bien?.

Atenea cierra los ojos asintiendo con la cabeza.

—Mejor que nunca.

—No fue una muy grata bienvenida lo de hace un momento. ¿Tus padres saben de esto?.

—No lo sé... pero no importa de todos modos, esto es un asunto de papel y tinta, nana; no hay algo personal de por medio, no te preocupes.

—Si lo dices así... pues supongo que está bien.

—¿Ya te indicaron dónde te vas a quedar?.

—Sí, en la primera planta de abajo.

—Entonces ve y toma un descanso, quiero estar sola por un momento.

—Avísame si necesitas algo.

—Está bien.

La puerta se vuelve a cerrar cuando la niñera sale. Ella se desploma por completo en la cama, dispuesta a conciliar el sueño tras el incómodo viaje que tuvo. Pero justo cuando pensaba que tendría un poco de calma, la puerta se abre abruptamente de un golpe seco, causando que Atenea se revuelva en la cama asustada.

—¿Qué demonios...? —se incorpora quedándose de piedra al ver a una figura masculina parada frente a ella—. ¿Y quién rayos eres tú? ¿No sabes tocar a la puerta?.

—¿Qué? —el hombre reacciona desconcertado—. ¿Esa es tu manera de hablarme?.

—¿Perdón? —enarca una ceja—. ¿Quién demonios eres? Sal de mi habitación ahora mismo.

—¿Quién te crees que eres? —frunce el ceño severamente, dándole una mirada fría—. Esperaba más de la prometida que me enviaron.

—Espera —parpadea, analizando la situación—. ¿Eres mi prometido?.

—Desafortunadamente.

—Joder.

—¿Cómo?.

Atenea guarda silencio durante unos minutos, observando al hombre frente a ella. Lo escruta sin ningún indicio de pudor, desplazando sus ojos primero hacia su entrepierna. Enarca una ceja al notar el bulto que se refleja en el pantalón. Luego, su mirada se dirige a su rostro: ojos verdes, cabello rubio, tez clara, mandíbula cuadrada y una condición física perfecta.

Todo en él parece estar bien. Se imaginaba que casarse con un hombre poco agraciado sería un mayor disgusto, pero este es justo su tipo. A pesar de ello, no cumple con sus altos estándares.

¿Pero qué es esa mirada asesina que le lanza? Apenas se conocen y así es como la trata.

—Soy Atenea Volkova —se levanta de la cama, quedando frente a él como una pequeña muñeca frágil ante un gran ogro—, tu prometida. Mucho gusto.

Él la mira por un breve momento, pensando que quizás sería un poco más madura, pero simplemente se ve como una niña mimada delante de sus ojos.

Analiza un momento su aspecto, no está nada mal. Pelinegra, ojos grises, con un cuerpo de buena figura como si pusiera mucho empeño en cuidarlo. Una boquita rosada y pequeña, su mirada aparenta ser dulce, como la de una niña inocente, pero en el fondo se nota lo peligrosa que puede ser. Su piel blanca está bastante cuidada, es prácticamente una muñeca perfecta. Pero está fuera de su gusto.

Capítulo 3 Ocupa tu lugar 1

Capítulo 3 Ocupa tu lugar 2

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