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La Reina con Tacones Altos romance Capítulo 8

Llegados a este punto, el divorcio era el mejor final posible entre ella y Rafael. Por fin pondría un punto final a ese amor torpe y fallido, a ese matrimonio que solo le había traído desilusiones.

Leonor observó cómo Rafael sacaba un cigarro y lo encendía, tirado en el sofá del pequeño departamento, rodeado por una nube de humo. Hablaba con tal seguridad que parecía tener la razón en todo.

—Abigail estudió conmigo en la prepa, después se fue al extranjero a la universidad, ahora regresó y es una estrella en el diseño de joyas. Si no se hubiera lastimado la mano, ya sería una pianista de nivel internacional... Una mujer así es demasiado brillante. Mi mamá no la soportaría. Quedarse en casa, cuidando al marido y a los hijos, sería desperdiciar todo su talento. Por eso no puede ser la nuera de los Aranguren...

El rostro de Leonor se iba descomponiendo con cada palabra.

—Pero tú eres diferente —continuó Rafael, con una sonrisa desdeñosa—. Tú nunca has tenido talento, ni aspiraciones. Ni siquiera terminaste la universidad, no tienes título, ni habilidades, tu familia tampoco tiene dinero. Llevas tantos años de ama de casa que ya ni sabes cómo funciona el mundo. Si te vas de mi lado, no eres nada, ni siquiera puedes asegurarte lo básico para vivir. ¿Con qué cara vienes a pedirme el divorcio?

El silencio pesaba en ese departamento diminuto.

Leonor abrió la boca, pero terminó tragando el humo que Rafael acababa de exhalar. Tosió, atragantada, mientras el silencio se hacía todavía más denso.

—Cuando lo pienses bien, recoge tus cosas y vámonos. Esta vez te lo voy a perdonar —dijo Rafael con voz seca.

Terminó el cigarro y, al no encontrar cenicero, se quedó mirando el filtro, sin saber qué hacer con él. Justo en ese momento, Leonor se acercó, le quitó el cigarro de entre los dedos y lo tiró al bote de basura.

Rafael esbozó una sonrisa, esa que siempre había encantado a todo el mundo, la que hacía que la gente le creyera cualquier cosa.

Por más que Leonor dijera que quería divorciarse, su cuerpo la traicionaba. Rafael se acomodó en el sofá, cruzó la pierna con aire de superioridad. Para él, una mujer como Leonor, sin dinero ni habilidades, solo podía sobrevivir dependiendo de un hombre.

Si no fuera tonta, sabría perfectamente cuál era su mejor opción.

Lo único que pasaba es que Abigail la había hecho sentir insegura, nada más. Por eso se le había ocurrido intentar manipularlo con ese juego de hacerse la difícil.

—Ya estuvo bueno de tu teatro. No tengo tiempo para tus dramas. Mientras sigas ocupándote de la casa como siempre, yo seguiré manteniéndote —remató Rafael, su voz dura como un portazo.

Pero entonces vio a Leonor agacharse, la espalda encorvada, recogiendo del suelo hoja por hoja el acuerdo de divorcio que se había caído.

—Si no firmas, mañana lo envío a tu trabajo, o se lo mando a tu mamá…

Capítulo 8 1

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