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La Reina con Tacones Altos romance Capítulo 9

Leonor se quedó en la cama más tiempo de lo habitual esa mañana.

Por un lado, la noche anterior se había dormido tarde. Por otro, ya no tenía que levantarse temprano para ir al mercado a buscar las verduras más frescas, ni tenía que preparar un desayuno de cuatro platillos y sopa para Rafael.

En casa, cocinó una sopa instantánea. Comió con gusto y, después de llenar el estómago, salió rumbo al banco. Ahí llenó un cheque y transfirió diez millones de pesos, marcando en el concepto: gastos médicos.

Al salir del banco, Leonor se dirigió a Jailán Café. Había quedado de verse con Irene para almorzar.

Desde que se casó, Leonor se había alejado de casi todos sus compañeros y amigos para convertirse en la esposa ejemplar que la familia Aranguren esperaba. Incluso con Irene, su mejor amiga de toda la vida, llevaba tres años sin verse.

Pensar en esos tres años perdidos le daban ganas de sacarse el dedo medio a sí misma.

Leonor se sentó en la mesa que había reservado y esperó a Irene.

Irene ahora era una profesora de canto reconocida en una academia privada de Puerto Belmonte. Leonor sospechaba que la invitación a comer tenía doble intención: ponerse al día y, de paso, ayudarla a conseguir trabajo.

No se equivocó. Apenas Irene se sentó y compartieron unas palabras, de inmediato sacó el tema de que en la academia estaban buscando maestro de piano.

—Gracias, Irene —sonrió Leonor con ligereza, agitando la mano—. Pero ya me juré a mí misma que no volveré a tocar el piano. Además, ya encontré otro trabajo.

—¿En serio? —Irene la miró intrigada—. ¿Acaso es en una empresa de diseño de joyas? ¡Eso sí estaría perfecto para ti!

Leonor negó de nuevo.

—Nada de eso. No terminé la universidad, y ese tipo de empresas siempre piden título.

—Iguaaal, hoy en día casi todos los trabajos lo exigen —replicó Irene en voz baja, y luego, sin poder contenerse, añadió—: ¡Rafael sí que resultó un patán! Él te fue infiel y encima tú te sales de la casa con las manos vacías. Si fuera yo, mínimo le saco unos cuantos millones, aunque sea por dignidad.

A Leonor le daba risa. En ese momento, su celular se iluminó con una notificación de WhatsApp.

—Seguro es Rafael —dijo Irene, frotándose las manos—. ¡Déjame ver, le voy a poner una buena!

Leonor abrió el mensaje, pero no era Rafael.

Mientras contestaba, le explicó a Irene:

—La verdad, no tengo pruebas de que Rafael me haya engañado...

En el fondo, aunque Rafael nunca la traicionó físicamente, su corazón ya estaba lejos. Tanto así, que incluso fue capaz de rechazar a su propio hijo.

Capítulo 9 1

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