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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 189

Cuando Jimena salió acompañada de los demás invitados, Petra seguía de pie en el mismo lugar, perdida en sus pensamientos.

Uno de los presentes no pudo evitar bromear:

—Se nota que la señorita Petra y el señor Benjamín tienen muy buena relación, ¿eh? El carro de Benjamín ya se fue y la señorita Petra sigue aquí, como si no quisiera despedirse.

—Seguro que la familia Calvo y la familia Hurtado van a entrar en una buena época gracias a la relación entre la señorita Petra y el señor Benjamín, ¿no creen?

Jimena sonrió de manera tenue, sin contradecirlos, y soltó con un tono resignado:

—Mi hermana es muy tímida, les pido que no se pasen con sus bromas, si no, capaz que después ya ni quiere salir de la casa.

Con ese comentario, todos rieron, contagiados por el ambiente relajado que Jimena transmitía.

Petra se acercó a Jimena, ayudándola a despedir al último grupo de invitados, asegurándose de que subieran a sus carros y se marcharan.

Cuando ya no quedaba nadie en la entrada, Petra levantó la mirada, buscando en el rostro de su hermana alguna emoción diferente, alguna pista sobre lo que en verdad sentía.

Pero no encontró nada.

La expresión de Jimena seguía igual de serena; esa diminuta sonrisa en sus labios era la mejor prueba de su victoria.

—Hermana...

Petra rompió el silencio.

Jimena la miró de reojo.

—¿Qué pasa?

Petra mordió con suavidad la comisura de sus labios y bajó la voz:

—¿No has pensado que el señor Benjamín fue tan colaborador hoy... en realidad fue por ti?

Su voz sonaba tan baja que parecía temer que Jimena pudiera molestarse al escucharla.

Petra estaba segura de que su propuesta sobre Santa Lucía de los Altos sí había llamado la atención de Benjamín, pero no tanto como para que él se mostrara tan dispuesto a cooperar. En su cabeza aún resonaban las palabras que Benjamín le había dicho antes de que ella cancelara el compromiso.

Jimena arqueó las cejas y respondió con tono apacible:

—Benjamín y yo fuimos compañeros de escuela, pero esa relación no es tan profunda. Si no hubiera algo que ganar, ni siquiera se habría tomado la molestia de aparecerse en la fiesta de los Calvo hoy.

Mientras hablaba, se dirigió hacia la casa. Petra fue tras ella, insistiendo con voz suave:

La fiesta llegó a su fin, pero aún quedaban empleados recogiendo el patio. Giselle seguía ocupada, y Petra decidió unirse para ayudar.

Al notar esto, Giselle fue de inmediato a detenerla.

—Señorita Petra, ¿cómo cree que puede dedicarse a estas labores? Mejor vaya a descansar adentro, yo me encargo de todo aquí.

Petra sonrió.

—Cuando vivía en Santa Lucía de los Altos, hacía este tipo de cosas todo el tiempo. No pasa nada, así terminamos rápido y todos podemos irnos a descansar.

Recordó entonces que cuando su madre se fue de la familia Calvo, no se llevó nada, solo a ella.

Al volver a Santa Lucía de los Altos, Petra había crecido acostumbrada a tener niñeras y ayuda en la casa, así que al principio le costó adaptarse.

Pero con el paso del tiempo, se acostumbró.

Su madre solía decirle que nadie la iba a cuidar por siempre, que tampoco podía esperar una vida sin preocupaciones; que las mujeres debían aprender a valerse por sí mismas y levantarse aun cuando la vida las arrojara al fondo.

Petra ya había dejado atrás la idea de ser una señorita consentida.

Giselle, al ver su actitud, no pudo evitar mirarla con una sonrisa de orgullo y satisfacción.

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