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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 351

Nadie quiere verse involucrado en la muerte de alguien. Meterse en ese tipo de problemas solo trae dolores de cabeza; después hay que lidiar con investigaciones, perder tiempo y soportar interrogatorios.

Era mejor deslindarse ahora que todavía podían.

Así que nadie volvió a interponerse en el camino de Petra. Solo la observaron mientras, con calma absoluta, sacaba su celular y marcaba el número de emergencias, llamando tanto a la policía como a la ambulancia.

Cuando terminó de dar la dirección y el número del salón privado, guardó el celular y regresó tranquilamente a su asiento.

Joaquín, como si recién despertara de una pesadilla, la miró con incredulidad. Su expresión era de alguien que acaba de recibir una traición.

—¿Petra, en serio llamaste a la policía para que me arresten?

En sus ojos había una mezcla de desconcierto y dolor.

Petra, sin inmutarse ante la mirada lastimera de Joaquín, se mantuvo impasible.

—No quiero meterme en líos. Haber presenciado un crimen significa perder mucho tiempo en investigaciones y declaraciones. Y la verdad, no pienso desperdiciar mi vida en algo así.

Los presentes asintieron, dándole la razón a Petra.

—Pues sí, Joaquín, ella te acompañó durante un tiempo. ¿Por qué fuiste tan violento?

—¿Acaso si no querías serle infiel, ella te iba a amarrar a la cama o qué?

—¡Eso! ¿Por qué fuiste tan agresivo? ¿Será que lo que ella dice es cierto?

Las voces se superponían, todos lanzando opiniones y preguntas, como si en cualquier momento fueran a destapar el secreto oculto bajo la mesa.

Cecilia inhaló profundo. Por un instante, su cara perdió el color, quedando pálida como papel.

Pero una de sus amigas más cercanas, sin dudarlo, salió a defenderla.

—¿Cómo creen que Cecilia podría estar con Joaquín? Ella y Petra siempre se llevaron bien. De hecho, ¿ya se les olvidó que fue Cecilia quien ayudó a juntar a Petra y Joaquín en un principio?

El silencio cayó en la sala.

Sí. Ahora que lo mencionaban, era cierto.

Cecilia, con la cara tan blanca como la leche, levantó la vista hacia Petra. Sus ojos ya estaban húmedos.

—¿Petra, tú también le crees? ¿Piensas que entre Joaquín y yo hay algo?

Renata mordió los labios, su mirada ardía en rencor y locura.

—El que nada debe, nada teme, Joaquín. Eres un cobarde, solo sabes esconderte y culpar a los demás.

Joaquín trató de liberarse de quienes lo sujetaban, pero no pudo moverse. Nadie quería que el asunto escalara más.

De pronto, Cecilia se acercó a Renata, se agachó y, sin pensarlo, le dio una cachetada que resonó en la habitación.

—¡Estás loca! Haces cosas asquerosas y luego quieres embarrarme a mí. Joaquín y yo solo somos amigos, no es como tú piensas.

—¿De verdad crees que todos son como tú, que solo buscan lujos y placer y se acuestan con cualquiera por dinero?

—Tú y yo no somos iguales.

Cecilia esperaba que Renata captara la advertencia en su mirada, una súplica silenciosa para que parara.

Pero Renata, lejos de calmarse, se aferró a los cabellos de Cecilia con una fuerza brutal, negándose a soltarla sin importar quién intentara ayudar.

Cecilia apenas se había recuperado de que le arrancaran un mechón de cabello, y ahora, sentía cómo Renata la jalaba con tanta violencia que parecía que iba a arrancarle todo el cuero cabelludo.

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