La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 397

La mujer en sus brazos no respondió de inmediato. Benjamín bajó la mirada y la vio acurrucada en su pecho, en silencio, con la cabeza gacha y una expresión sumisa.

Él la miró con intensidad, pero al final decidió no discutir más. La sostuvo con firmeza y la llevó hasta el carro, abriendo la puerta del copiloto para acomodarla dentro.

Petra se acomodó en el asiento, recostándose hacia atrás, como si intentara poner la mayor distancia posible entre ambos. Sentía que el calor del cuerpo de Benjamín casi la quemaba.

Pero Benjamín se inclinó hacia ella.

El corazón de Petra comenzó a latirle con fuerza.

—¿Y tú… qué quieres hacer? —se le escapó, la voz temblorosa.

Benjamín notó el brillo nervioso de sus ojos, grandes como los de un ciervo, y esbozó una ligera sonrisa antes de acercarse aún más.

—Después de todo lo que me costó traerte hasta el carro, si quisiera hacer algo, ¿no sería justo?

Petra inhaló profundo y, casi sin pensarlo, puso la mano en el pecho de Benjamín para impedir que se acercara más.

—Ya casi te vas a San Miguel Antiguo para que te presenten con una muchacha y te comprometas. Si entre tú y yo hay algo raro, eso no te conviene para tu reputación.

Al escucharla, Benjamín detuvo la mano con la que estaba por abrocharle el cinturón de seguridad y la miró con una profundidad oscura en los ojos.

—¿Quién te dijo que voy a San Miguel Antiguo para una cita de compromiso?

Petra apretó la mandíbula, desvió la mirada y se quedó callada, negándose a responder.

Benjamín levantó la mano, le sostuvo el mentón con firmeza y le giró la cara para obligarla a mirarlo directo a los ojos.

—¿De dónde sacaste esos chismes?

Petra, obligada a sostenerle la mirada, aguantó la presión y le respondió con terquedad:

—Da igual, yo lo sé.

Benjamín entrecerró los ojos.

—¿Fue Catalina Espino quien te lo dijo?

Petra guardó silencio.

Benjamín soltó una risa con un dejo de burla y la soltó, su voz sonó seca y cargada de ironía.

—Así que crees cualquier cosa que te dicen, ¿eh? Ni siquiera te molestas en preguntarme y ya me das por perdido.