La Valiente Transformación de una Esposa Menospreciada romance Capítulo 14

Justo cuando Isabella se preparaba para levantarse y tomar el control, justo cuando Alejandro abría la boca para darle la palabra, algo dentro de Valentina se rebeló. No fue una decisión consciente, sino un instinto de supervivencia, una reacción visceral contra la injusticia. La misma furia fría que había sentido en el garaje con el pendiente de serpiente en la mano surgió de nuevo, no como una explosión de ira, sino como una corriente de acero líquido que le recorrió la espalda, enderezándola en su silla y devolviéndole la fuerza a su voz.

Con un movimiento tranquilo y deliberado, que contrastaba violentamente con el caos que sentía por dentro, levantó el control remoto. No lo apuntó a la pantalla. Lo sostuvo en su mano y, con un clic audible, la apagó. La pantalla se quedó en negro, sumiendo la sala en un silencio expectante y desconcertado. El foco de atención ya no eran los números corruptos, sino ella.

—Tienen toda la razón —dijo, su voz sorprendentemente firme y clara, sin rastro del temblor anterior. Se giró en su silla para mirar directamente a Don Ramiro, ignorando deliberadamente a Alejandro y a Isabella—. Los números en esa pantalla no tienen ningún sentido. Son un insulto a su inteligencia y a su negocio.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras, una admisión de fracaso que era en realidad un desafío, calaran en la audiencia. Luego, continuó, su tono cambiando de defensivo a íntimo y apasionado.

—Y no tienen sentido porque los números se pueden manipular. Se pueden borrar, se pueden cambiar con un par de clics. Son fríos, impersonales.

No estaba vendiendo una campaña publicitaria; estaba contando una historia. Su historia. La historia que había investigado, que había sentido y que amaba. Con una voz que vibraba de emoción contenida, habló de la dedicación de las familias cafeteras, de la riqueza de la tierra volcánica, de cómo cada pocillo de "Café Divino" era el resultado de generaciones de trabajo, de sudor, de amor y de una terquedad muy colombiana. Su pasión era tan auténtica, su narrativa tan poderosa y llena de detalles, que llenó por completo el vacío dejado por los datos falsos. La estéril sala de juntas se transformó en una finca cafetera al atardecer, y todos los presentes, incluso sus enemigos, estaban sentados en el porche, escuchando una historia contada junto al fuego.

No usó ni una sola diapositiva. No mencionó ni una cifra. Solo habló desde el corazón, con la autoridad inquebrantable de alguien que no solo había hecho su tarea, sino que había entendido el alma misma del producto. Había tomado el peor y más humillante momento de su carrera y lo había convertido, por pura fuerza de voluntad y talento, en su actuación más brillante y memorable.