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La Valiente Transformación de una Esposa Menospreciada romance Capítulo 16

Los días que siguieron a la exitosa presentación de "Café Divino" fueron una extraña y tensa mezcla de triunfo y hostilidad. En los pasillos de la oficina, la espectacular victoria de Valentina le había ganado una nueva ola de respeto, incluso de admiración, por parte de sus colegas. Se convirtió en la comidilla de la agencia; la historia de cómo había salvado la presentación sin diapositivas ni notas se contaba en susurros casi legendarios. Sin embargo, este nuevo estatus también sirvió para intensificar el odio silencioso y la envidia de Isabella, quien ahora la miraba con un rencor que ya ni se molestaba en ocultar. El ambiente en el piso creativo era una guerra fría, librada con sonrisas heladas, cumplidos que sonaban a amenazas y una tensión que se podía sentir en el aire.

En casa, la situación era aún peor. El silencio entre ella y Alejandro se había vuelto más denso, más pesado que nunca. Él no había mencionado la presentación ni una sola vez. Ni para felicitarla, ni para regañarla por el "error" inicial. Simplemente actuaba como si nada hubiera pasado, un mecanismo de defensa pasivo-agresivo que usaba siempre que ella demostraba ser más competente que él en su propio terreno. Fingir que sus logros no existían era su forma de anularlos, de mantener el control y el equilibrio de poder en su retorcida dinámica. Para Alejandro, el éxito de Valentina no era un éxito para la empresa, sino una afrenta personal a su autoridad.

Una noche, a finales de esa semana, mientras Valentina trabajaba hasta tarde en su oficina, puliendo los detalles del plan de acción para "Café Divino", la figura de Alejandro se materializó en el umbral de cristal. Era la primera vez que entraba en su espacio de trabajo en meses, y su presencia se sintió como una invasión.

—Ah, aquí estás —dijo, su tono casual no lograba ocultar la rigidez de su postura. Se quedó en la puerta, como si no quisiera contaminarse entrando del todo.

Valentina levantó la vista de la pantalla de su computador, sus ojos cansados pero alertas. No se molestó en sonreír o en fingir una bienvenida que no sentía.

—Estoy trabajando, Alejandro. Como puedes ver.

—Ya veo —recorrió la oficina con una mirada despectiva, sus ojos deteniéndose en los bocetos y las notas de la campaña de "Café Divino" que cubrían la pared—. Escucha, la gala anual de la empresa es en dos semanas. La del Country Club. Ya debes saberlo.

Valentina asintió lentamente, sin dejar de mirarlo. Lo sabía, por supuesto. Era el evento social más importante del año para la compañía, una noche de auto-felicitación corporativa, de cerrar tratos en medio de cocteles y de alimentar la máquina de chismes de alto nivel.

—Sí, lo tengo en el calendario.

En lugar de discutir, de caer en la trampa de una pelea inútil, simplemente lo miró fijamente durante un largo rato. Su silencio era más elocuente y desafiante que cualquier palabra. Era un silencio que decía: "Sé exactamente lo que estás haciendo, y ya no te tengo miedo".

Alejandro, visiblemente incómodo bajo su mirada inquebrantable, se aclaró la garganta y rompió el contacto visual.

—Perfecto. Entonces, cuento contigo. Y por favor, ponte algo… adecuado. No uno de tus experimentos artísticos.

Se dio la vuelta y se fue tan abruptamente como había llegado, dejando a Valentina sola en la quietud de su oficina. Ella giró su silla y miró el calendario en su pantalla. Viernes, 16 de noviembre. Gala Anual de Grupo Vega. Durante años, había asistido a ese evento sintiéndose como una pieza más del decorado, un fantasma elegante al lado de su brillante esposo. Pero este año sería diferente. Si tenía la obligación de ir, la cumpliría. Pero no iría como un accesorio. Iría como ella misma. Y se aseguraría de que, de una forma u otra, todos los presentes la notaran.

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