Cuando la reunión terminó y la gente comenzó a dispersarse, Valentina recogió sus cosas con calma, sintiendo la mirada de Isabella clavada en su espalda. Sabía que la confrontación era inevitable. En lugar de evitarla, se dirigió a la máquina de café, dándole la espalda a la sala, preparándose para el encuentro.
Efectivamente, unos segundos después, Isabella se materializó a su lado, con una sonrisa tan dulce que podría causar caries.
—Estuviste increíble ahí dentro, Vale —dijo, su voz un susurro meloso—. De verdad, esa pasión que tienes por las raíces, por lo nuestro… es tan inspirador. A veces me siento tan superficial a tu lado.
Valentina se giró lentamente, sosteniendo su pocillo de café. Miró a Isabella directamente a los ojos, sin sonreír.
—Gracias, Isabella. Me alegra que te haya gustado.
—¿Gustado? ¡Me encantó! —exageró Isabella, gesticulando con sus manos adornadas con anillos—. De hecho, me diste una idea. Estaba pensando en algo muy visual, muy moderno, pero ahora que te escucho… creo que el camino es la emoción, la tierra. ¿No crees?
Era una trampa obvia. Isabella estaba intentando apropiarse de su concepto, hacerlo pasar como una colaboración. Pero Valentina no iba a caer.
—El camino siempre es la verdad del producto, Isabella. No es una cuestión de estilo, es una cuestión de autenticidad —respondió Valentina, su tono educado pero distante.
Con esa frase, Valentina desarmó por completo la estrategia de Isabella. No solo se negó a colaborar, sino que la retó abiertamente, enmarcando el proyecto como una competencia directa. La sonrisa de Isabella vaciló por una fracción de segundo, una microexpresión de rabia que fue rápidamente reemplazada por su máscara de amabilidad.
—Claro, por supuesto. Tienes toda la razón —dijo, aunque sus ojos brillaban con una luz fría—. Qué tonta soy. Bueno, que gane la mejor, entonces.
Se dio la vuelta y se alejó contoneándose, su perfume dulzón quedando en el aire. Valentina se quedó sola junto a la máquina de café, observándola marchar. Sabía que no había ganado una aliada, sino que había avivado el fuego de su enemiga.

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