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La Valiente Transformación de una Esposa Menospreciada romance Capítulo 9

Valentina era consciente de los susurros. Los sentía cuando pasaba por los pasillos, notaba cómo las conversaciones se detenían abruptamente y cómo las miradas se desviaban con una rapidez sospechosa. Sabía que el veneno de Isabella estaba circulando, pero decidió adoptar la única estrategia que conocía para combatir las mentiras: el trabajo duro.

Mientras Isabella invertía su tiempo en política de oficina, Valentina se sumergió por completo en el proyecto "Café Divino". Su oficina se convirtió en su búnker. Las paredes de cristal, antes un símbolo de transparencia corporativa, ahora estaban cubiertas de notas adhesivas, bocetos, mapas conceptuales y fotografías de cafetales.

Las luces de su oficina eran las últimas en apagarse cada noche. Se quedaba hasta tarde, investigando, escribiendo, diseñando. No lo hacía para demostrar nada a nadie, sino porque amaba su trabajo. La creatividad era su refugio, el único lugar donde se sentía completamente en control, completamente ella misma. La pasión que había mostrado en la sala de juntas no era una actuación; era la pura verdad.

Una de esas noches, pasadas las diez, mientras Valentina estaba tan concentrada en un boceto que no había notado que el resto de la oficina se había vaciado, sintió una presencia en la puerta. Levantó la vista y vio a Carlos Nieto, el productor, con dos vasos de cartón en la mano.

—Le traje un aromática, jefa —dijo en voz baja, entrando sin esperar invitación—. Para que no se me vaya a enfermar con tanto trasnocho y el sereno de Bogotá.

Valentina le sonrió, un gesto genuino de gratitud.

—Gracias, Carlos. No tenías por qué molestarte.

—Gracias, Carlos. De verdad —dijo Valentina, su voz un poco más suave.

—No hay de qué —se levantó para irse—. Usted siga en lo suyo, que lo está haciendo de maravilla. Si necesita algo, lo que sea, solo tiene que chiflar.

Cuando Carlos se fue, Valentina se quedó mirando la puerta por la que había salido. El aromática humeaba sobre su escritorio, su calor contrastando con el frío de la oficina vacía. En medio de la guerra silenciosa que se libraba en su contra, acababa de confirmar que no estaba completamente sola. Tenía un aliado. Y a veces, un solo aliado es todo lo que se necesita para seguir luchando.

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