En el momento en que Roxana terminó con el tratamiento, Frida regresó a casa. Tras enterarse por el mayordomo de que Alfredo estaba en pleno procedimiento, la joven se apresuró a ir la habitación del anciano.
—Abuelo, ¿cómo te sientes? —preguntó Frida con preocupación en cuanto entró a la habitación.
—Mucho mejor —asintió.
Debido a su edad, el anciano había llegado a comprender cómo funcionaba la medicina tradicional y también había consultado con innumerables médicos de renombre. Sin embargo, Roxana había sido una grata sorpresa para él. Después de cada etapa de su tratamiento, Alfredo siempre sentía una mejora significativa en su salud, lo cual era algo que ni siquiera los mejores médicos del mundo habían podido lograr.
—Me alegro de oírlo —asintió Frida sonriendo mientras miraba a su abuelo. Luego, se volvió hacia Abril y agregó—: ¿Tú también viniste a visitarlo? Ya que es tarde, ¿por qué no te quedas a cenar?
Como era de esperar, Abril no puso ninguna objeción al respecto y mostró una amplia sonrisa.
—En ese caso, espero que no le importe que me quede a molestarlo, gran señor Quevedo.
Alfredo se limitó a reír y asentir.
Dado que Frida también estaba en casa, Roxana se apresuró a guardar sus herramientas, ya que no quería quedarse a interactuar con las mujeres. En ese momento, Alfredo sonrió y se volvió hacia ella.
—Doctora Jerez, ¿por qué no se queda también a cenar? Podría aprovechar la oportunidad para agradecerle como es debido.
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